Columna


Grandes alquimistas

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

04 de marzo de 2015 12:01 AM

Hay algo que todos los jóvenes colombianos deberíamos saber sobre nuestros gobernantes más aguerridos al poder: nos tienen miedo. Y no precisamente porque seamos los funcionarios corruptos que vienen detrás a quitarles el puesto, sino porque algún día nuestra capacidad de llegar a cambiar el mundo podrá barrer con todas las malas costumbres de las viejas clases políticas.

Los jóvenes siempre seremos una generación de grandes alquimistas, destinados a transmutar el plomo de la violencia en asombrosas ideas pacíficas. Ya Jaime Garzón lo decía: si no somos nosotros los que asumimos la dirección del país, nadie va a venir a salvárnoslo ¡nadie! Por eso algunos marchamos y otros estudiamos con un libro en la mano y un huevo filosófico en la cabeza, constantemente dispuestos a modificar la envilecida materia de nuestros días.

A veces me pregunto a dónde iremos a parar si la juventud continúa cayendo en la trampa de repetir las mañas con las que aquí se ejerce la politiquería. Qué va a ser de Colombia si los nuevos ciudadanos quieren seguir viviendo en la antigua Colombia, si los que van creciendo estrenan su mayoría de edad vendiendo el voto o se lanzan a cargos públicos pensando en morder astutamente la dulce lonja del erario.

Atrás deberían quedar estos ejemplos, el pasado debería ser la única residencia de cada uno de los demonios engendrados en el seno de nuestras instituciones gubernamentales. Hemos sido esclavos de una hegemonía ilegítima que construye sobre nuestros años una juventud baldía. Nos han enseñado métodos falsos para cambiar la realidad, paradigmas sociales desprovistos de una ética y, sobre todo, nos vendieron como terrorismo el escenario de la rebeldía.

“Tal vez algún día dejen a los jóvenes inventar su propia juventud” afirmó en una ocasión Quino, el creador de Mafalda. Creo que ese día ha llegado. Es el momento de tomar los alambiques y destilar tanta porquería. El carrusel de las contrataciones, los sobornos a las altas cortes judiciales, la parapolítica y la Farc-política, los “ejércitos” de antirrestitución de tierras, el acoso a la oposición política, etcétera. Todas esas cosas tendrán que permanecer en el chicharrón metálico que le sobró a José Arcadio Buendía la tarde en que al fin pudo rescatar las monedas de oro de Úrsula.

Muchachos, seamos jóvenes para hacernos un futuro y aprovechemos que nos tienen miedo. Es muy posible que cuando expresemos una opinión nos censuren con el argumento de la inmadurez. Ustedes sólo respondan que aquí estamos para exorcizar todos los demonios de la patria y que en Colombia los diablos nunca han sabido más por viejos que por diablos.

*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena

@orlandojoseoa

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