Columna


¡Hablemos!

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

14 de junio de 2016 12:05 AM

De la Palabra solemos decir que es el puente más civilizado y que es la casa donde habita el pensamiento. Pero también hay que decir que es uno de los rasgos más maravillosos que nos caracterizan a los hombres y mujeres. Los animales y las plantas no hablan.

Hablar es poder expresarnos y descubrir nuestra propia verdad. Poder comunicarnos, salir de nosotros mismos, celebrar la cultura del encuentro que nos pide el Papa Francisco  y en lo que nos da ejemplo. La palabra cuando es autentica es diálogo y comunión interpersonal.

Pero desafortunadamente, en Colombia, ya es un hábito falsear los lenguajes porque hay un gran interés en que pierdan toda su profunda verdad.  Parecemos una Nación condenada a la mayor tragedia de un pueblo: no entenderse.

Yo no dudo de la cantidad de expertos en realidad nacional que son capaces de contemplar cuanto sucede con la neutralidad emotiva de la cámara fotográfica, pero sería bueno que nos preguntáramos: ¿Cuántos son los hombres y mujeres empeñados en la paz que se vieron obligados a abandonar su empresa y renunciar a tan noble tarea, porque no pudieron superar cuanto los separaba y dividía por su incapacidad para hablar un mismo lenguaje? La incomunicación, la ruptura del diálogo, el mutuo rechazo y la incomprensión recíproca, jamás construirán algo realmente bueno ni levantará nada verdaderamente humano.

Y uno se pregunta: ¿Cuál es la Nación en Paz que soñamos si no logramos escucharnos los unos a los otros? Miremos el congreso de la República: Partidos que no se esfuerzan por comprender la postura y las razones en las que se funda el adversario. Líderes políticos preocupados de imponernos sus programas sin detenerse nunca a valorar respetuosamente lo que de positivo y justo se puede encontrar en sus oponentes. Gente gritando consignas y publicando frases y carteles, aún en vehículos públicos, con agresión y violencia, con la sola intención de descalificar y ofender al contrario.

Cincuenta años de guerra nos han dejado una enseñanza: Nada se construye cuando las balas sustituyen la palabra y el dialogo. También hemos aprendido, más recientemente, “gracias a las Bacrim y a los Pagadiarios” que con las amenazas y la violencia en las periferias de Cartagena, en Bazurto y en muchos negocios de la ciudad, nadie se atreve a expresar lo que piensa. Hay un silencio muy hondo y no es precisamente el del profeta Elías en la cueva del Horeb.

*Director del PDP del Canal del Dique y Zona costera

RAFAEL CASTILLO TORRES

ramaca41@hotmail.com

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