Hace 25 años, el 9 de noviembre de 1989, se derrumbó el Muro de Berlín. Su estrepitoso desplome produjo una reacción en cadena que hundió varios regímenes comunistas de Europa Oriental.
El origen de este muro fue que después la caída del régimen nazi, en 1945, Alemania fue repartida entre las potencias que ganaron la II Guerra Mundial: los rusos, estadounidenses, franceses e ingleses. En 1949, los sectores occidentales de la ciudad de Berlín, denominados como Berlín Oeste, quedaron enmarcados en la capitalista República Federal de Alemania (RFA), mientras que el sector ruso, Berlín Este, quedó en la República Democrática Alemana (RDA, comunista).
En 1961, en la RDA edificaron un muro de concreto patrullado por guardias y perros y constelado de alambradas, para dividir la ciudad de Berlín con el supuesto propósito de “salvaguardar” a sus habitantes de los ataques fascistas que, según ellos, provenían de (RFA). Con esta medida buscaban disuadir a miles de ciudadanos que, inconformes con el despotismo y la miseria del régimen comunista, intentaban huir hacia la prospera RFA, un enclave de bienestar que era una especie de vitrina en la cual se mostraban las virtudes de la democracia. Durante el tiempo que duró el muro muchas personas murieron tratando de saltarlo, otros perecieron huyendo a través de túneles artesanales, pero más de 4500 héroes escaparon del régimen de terror de la RDA.
La caída del muro en 1989 no fue fortuita sino el resultado de una seguidilla de circunstancias que erosionaron el sistema comunista, entre las cuales estaban las acciones de difusión del ideario democrático que hacía el sindicato “Solidaridad”, que dirigía Lech Walesa en Polonia y la Perestroika y el Glasnost, que implementó Mijaíl Gorbachov en la URSS en 1985.
La puntilla fue que en 1989, miles de personas se fugaron de la RDA cruzando la frontera húngara y de allí viajaron a la RFA. Esto motivó que el 9 de noviembre de 1989, miles de alemanes, hastiados del régimen de terror de Alemania oriental se congregaron en ambos lados del muro y lo tumbaron. Los efectos fueron: la caída de todos países comunistas de Europa del este, entre los cuales estaba la URSS, la “vitrina“ de las virtudes de la utopía comunista. Un episodio cargado de simbolismo fue el derrumbe de las estatuas de Marx y de Lenin en muchas ciudades comunistas. Estos hechos llevaron a una especie de desolación discursiva en la mayoría de los adeptos a la “carreta” comunista, aunque una minoría de catecúmenos sigue aferrada a esta ideología desueta, entre los cuales están los “mamertos“ colombianos y la dirigencia de Corea del Norte, unos dinosaurios aferrados a un sistema de creencias que pertenece a un ominoso pasado.
*Columnista
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