Desde muy temprana edad sabemos que después de las peleas vienen las paces. Todos los días los niños del mundo las hacen luego de darse golpes y mordiscos durante un juego; los enamorados las hacen tras un rompimiento temporal; los amigos y las naciones en discordia también las hacen. A los políticos se les ve debatir enconadamente y maltratar verbalmente a sus contrincantes, pero muy pronto se les vuelve a ver abrazándose. Con las paces se rescata la normalidad en la convivencia. Se pasa la página, porque mirar para atrás puede reabrir las heridas y el enfrentamiento.
Luego de las paces seguimos siendo diferentes o pensando distinto, pero sin irnos a los puños con quien tenemos al frente. He ahí su importancia. Por eso extraña tanta molestia de algunos por la idea de que lo que se firmará en Cartagena sea la paz. Sí. El gobierno de Colombia y las Farc-EP harán las paces y el mundo estará pendiente para aplaudirlos. Dejarán de pelear, de guerrear y podrán seguir siendo diferentes en el debate político público, abierto y democrático. Ni los del gobierno comulgan con las Farc, ni el partido político legal que salga de ellas comulgará con el gobierno con el que se dan la mano, más allá de promover juntos el respeto a los acuerdos.
La paz y la democracia son construcciones sociales e imperfectas; firmar los acuerdos no traerá la paz total; pero el país se acercará a ella. Igualmente, la democracia colombiana tendrá imperfecciones, pero habrá más inclusión si se aumenta la participación en la legalidad de nuevas organizaciones políticas.
Las paces entre gobierno y guerrilla pudieron hacerse hace mucho tiempo y de otra forma. Los esfuerzos fracasaron por múltiples razones. Pero fue con el tiempo, con los avances de la globalización a ámbitos como el judicial, más allá del económico, con los avances de la guerra y los cambios notables en las tecnologías aplicadas a ésta, con la decisión de un presidente del que no se esperaba, por su pasado reciente, la paz, y con la impopularidad del conflicto, que se pudieron firmar los acuerdos de La Habana. Como lo dijera el respetado Humberto de la Calle, son los mejores posibles; una cosa es pensar con el deseo y otra la realidad, lo posible.
Estaban dadas las condiciones para que por fin en 2016 se lograra lo que décadas atrás el país buscó.
Faltan 16 días para que Cartagena tenga el honor de ser la ciudad donde se firmarán los Acuerdos de La Habana; Cartagena y La Habana se reencuentran, otra vez quedaron en la misma dirección histórica desde cuando tomaron sendas divergentes en el siglo XIX: independencia y lealtad frente a España. Faltan 22 días para ir a las urnas a votar por el Sí.
albertoabellovives@gmail.com
La paz y la democracia son construcciones sociales e imperfectas; firmar los acuerdos no traerá la paz total; pero el país se acercará a ella.
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