Columna


Hagamos bien las cosas

EDMUNDO LÓPEZ GÓMEZ

13 de abril de 2015 10:05 PM

Gobierno, Altas Cortes y Congreso insisten en seguir proponiendo reformas a la justicia por la vía legislativa ordinaria, pese a los fracasos obtenidos en el pasado. Las propuestas hechas, v. gr, sobre la creación del Tribunal o Comisión de Aforados, para sustituir a la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes,  no han sido suficientemente ponderadas jurídicamente porque han sido concebidas dentro de un ambiente pugnaz de confrontaciones partidistas.

Valga citar, por ejemplo, el artículo sobre  inviolabilidad de  los magistrados del nuevo alto tribunal que se propone  y el  cual  se aplicaría   para blindar  el contenido de sus   sentencias, bajo  la ficción de la infalibilidad, atributo que solo se les otorgaba a los dioses del Olimpo “quienes ejercían la vigilancia sobre el mundo”  y no podían equivocarse:  en el imaginario griego o romano, por supuesto, porque  en el nuestro,  los jueces endiosados  sí  se equivocan,  sí  pueden cometer  prevaricatos  o  errores judiciales, en detrimento de los derechos fundamentales de los mortales colombianos.

¿Y por qué se dan  tal clase de ocurrencias?  Porque nuestros legisladores  no se llaman  Darío Echandía, o Jorge Soto del Corral, ni  Gerardo Molina, Augusto Espinosa Valderrama, Enrique Pardo Parra,  Carlos Restrepo Piedrahita, Miguel Escobar Méndez, Raimundo Emiliani Román, Jaime Angulo Bossa, Alfredo  Araujo Grau,  y otros de  talante  semejante,   quienes se ganaron,  por su prudencia y sabiduría,  la confianza de sus compatriotas para  proponer enmiendas a nuestra Constitución Política, sin hacerlo  jamás  a  nombre de intereses creados,  como sucede, por desgracia,  por estas épocas de grave desorden  político y moral. 

 

Que no sean “los mismos con las mismas” quienes   deban  encargarse  de redactar, por ejemplo, el gran proyecto de reforma a la justicia. No pueden ser las camarillas  políticas y judiciales que lo han hecho en el pasado,  porque esos grupos,  con intereses creados,  solo harían una réplica – acaso  empeorada  –en cuanto a privilegios, como el  de la inviolabilidad concebida para el Tribunal de Aforados y los que están en el tintero para que ya no puedan ser revisadas por la Corte Constitucional las sentencias de las otras  altas cortes,  a través del control de constitucionalidad   por  vía de tutela,  así sean esperpentos jurídicos como algunas que hemos leído  y que merecían ser revocadas o anuladas por la CC.

Mi eminente condiscípulo de la Facultad Nacional de Derecho, doctor Rito Galvis Castellanos,  doctor en Derecho y Ciencias Políticas, cree  que el  grupo redactor de la reforma judicial  debe estar conformado por representantes de las diez  mejores universidades del País, hombres probos y sin intereses creados.

*Ex congresista, ex ministro, ex embajador.

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