Columna


¿Hasta cuándo?

JORGE DÁVILA-PESTANA VERGARA

04 de noviembre de 2015 12:00 AM

La sucesión de masacres en las instituciones académicas de Estados Unidos, como la de Roseburg, muestran una  práctica social convertida en cultura en la mente de los desquiciados norteamericanos, en donde las armas quedan involucradas como solución a sus problemas mentales. La venta indiscriminada de ellas son el combustible letal para estas tragedias, convertidas “en una rutina”, como las calificó el presidente Obama.

El despliegue mediático de estos hechos sangrientos crea y arraiga en la mente de los perturbados un afán de emularlos, por lo que los medios de comunicación deben tener en cuenta su rol importante al presentar responsablemente esa información.

En Colombia, el único episodio del mismo estilo ocurrió en Bogotá en 1986 en el Restaurante Pozzeto. Perpetrado por un exmiembro de la United States Army Special Forces (los temibles boinas verdes) y exveterano de la guerra de Vietnam, este enfermo mental colombiano, residente en los Estados Unidos, quien vino con esa cultura de asesinar a muchos antes de suicidarse o ser abatido, mató a 29 personas, dejando estupefacto al país. 

Por acá la cultura popular de estos desquiciados solo dio para tirarse desde el Salto del Tequendama, del Centro Cívico en Barranquilla, de los viaductos de Pereira y Bucaramanga, o en Cartagena, desde el Banco Popular, para sólo mencionar algunos. Otra manera de matarse fue consumir totes, incrementándose en diciembre y enero por lo de la pólvora de esos meses. Desde luego, esas tragedias sirvieron de ejemplo y referentes culturales para imitar en los deseos asesinos y suicidas de muchos alienados. Pero no más.

Un informe regional de la Organización Mundial de Salud del año pasado destaca a América del Norte como el lugar con el índice más alto de suicidios del continente americano, y la más alta tasa producida por armas de fuego. Según la OMS, cada 40 segundos hay un suicidio en el mundo, por lo que 1.000.000 de personas mueren anualmente. El sistema de salud mental estadounidense debe tener prendidas las alarmas con estos asesinatos que rayan ya en un problema de salud pública. Todos tienen el común denominador de resolver conflictos y un estilo propio de ejecutarlos. 

El debate en los Estados Unidos está abierto sobre la venta indiscriminada de armas. ¿Cuántas tragedias más deberán ocurrir, para conmover a los congresistas americanos para que cambien las leyes sobre su compra y tenencia?  

Hasta ahora, el cabildeo que hacen ante el congreso los grupos de presión para que continúe la venta de armas como cualquier mercancía, pesa mucho más que la sensatez.
 

jorgedavilapestana@hotmail.com

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