Columna


Hechiceras y brujas

AUGUSTO BELTRÁN PAREJA

18 de julio de 2015 12:00 AM

Aunque significan  lo mismo, la frecuencia en usar la palabra bruja le ha otorgado mayor sofisticación a la otra. La actividad de magas y adivinas la ejercen con trucos elementales, para remediar celos y amores, pero sin bajarse de su sitial de respeto y misterio.

La maldición gitana es cruel y trágica, “que encuentres una hembra que te amañe, y te haga sufrir”.

Cuando un hombre pierde la cabeza por una mujer que lo abandona, en el Caribe se llama “cabanga”. Hay tantos tratados que no caben en cualquier encoñoteca. Filtros eróticos, bebedizos, esotéricos rezos y agoreras tradiciones desembocan en las brujas. Hoy hasta en los clasificados ofrecen sus servicios, con descuentos y promociones. Videntes y pitonisas acrecientan o alivian pesadillas de crédulos desesperados.

Transitamos una ruta de sometimiento a la superstición y al encanto. Los silogismos de los astros y el sol explican los enredos en la más inocente dictadura de la sinrazón que pervive en el siglo 21.

Nos ufanamos de vivir en un país de científicos. Pero si los solemnes del altiplano escandalizaron con un contrato para que no lloviese en la clausura de algún certamen deportivo, donde no llovió, peor les sucedió cuando se posesionó el presidente, porque el estrambótico “seguro” contra lluvia no funcionó. Aquí, donde las caderas “no mienten”… buscamos ayudas, las mujeres para “componer” a sus maridos y estos por amores y recelos.

La brujería no se quedó en la edad media. Sigue campante. Se atribuyen a fuerzas ocultas algunos cambios en comportamientos y hasta fenómenos de la naturaleza. Destacados hombres de Estado y magnates tienen gurú de cabecera. Es inexplicable que cualquier sensato incurra en algo tan absurdo, que solo se perdona en amores frustrados y pasiones fallidas.
Toda investigación es la muerte de un mito. Tucídides así lo reiteraba hace muchos siglos. Vinieron adelantos científicos pero no se han podido superar mitos y alucinaciones. La condición humana siempre estará acompañada por amores, celos y sinrazones. 

Pero las especialistas no solo tienen fuerzas ocultas que no podemos resistir. También son privilegio femenino facultades proféticas que nunca fallan. Hay que temblar cuando nos advierten que un asunto o persona “no les gusta”, porque después sentenciarán cuando se cumpla su vaticinio con un: “Te lo dije”.

Este es apenas uno de los factores que explica el poder del matriarcado en nuestras comunidades, que las hace especiales y trascendentes.

A ellas el amor les da herramienta poderosa. Lara lo destaca cuando le atribuye el manejo de “todos los filtros que hay en el amor”. Y la sabrosura caribe en el caso de Amalia Batista: “¿Qué tiene esa negra que amarra a los hombres?” Azúcar, diría Celia.

No creemos en brujas, pero hay que estar embrujado.

abeltranpareja@gmail.com

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