Columna


Hotel de escritores

ROBERTO BURGOS CANTOR

13 de febrero de 2016 12:00 AM

Cuenta el poeta Gustavo Tatis que, en Cartagena de Indias, hubo una hospedería preferida por sus colegas. Llegaban de ciudades lejanas a presentar libros, participar en recitales. La amabilidad, alimentación, precios justos, la volvieron solicitada.

Desde que los mecenazgos y oficios dignos quedaron en anécdotas, a los poetas les cuesta la vida fundar territorios en el mundo. La ilusión del caballero Faulkner, administrar un prostíbulo en el silencio y abandono de las mujeres, cada mañana, perdió su toque romántico. La imaginación, que no perdona, no ceja en golpear el aldabón del castillo. Quizás ello condujo a Tatis Guerra a dejar saltar entre sus poemas y pinturas, un ejercicio constante de realidad: proyectos a los cuales solo les falta financiación.

Una vez se posesionó de una casona de comercio abandonada. En el zaguán dibujó la modistería de disfraces con diseños de Grau, Obregón, Morales, Cogollo, cosidos con máquinas de Remedios Varo. En el patio interior arruinado por buscadores de tesoros, fertilizó la tierra salada con hojas de tabaco húmedas y lo reverdeció con plantas de inspiración y loros de otras lenguas. Quería, en las habitaciones de los desafueros de enamorados, con el aire espeso de fantasmas amontonados, poner exhibiciones de artes, libros, hamacas de meditación.

El más reciente fue pedirle a Roberto Fuentes, dueño de la hospedería, que abriese un hotel para escritores. La idea cayó en corazón abonado. Es Kartaxa, espacio donde asistidos por la complicidad del hijo de Honorio Tatis hay retratos, libros. Están desde Rafael Núñez hasta Luis Carlos López. Y un álbum que crece noche tras noche: Cartagena en 27 ofrendas.

Cada viajero escoge la habitación cuyo número es el nombre de un escritor. En lugar de Salmos hay novelas, poemas, cuentos, una frase en el aire. Y el álbum nocturno para ese deseo, que borra la luz, de dejar una señal del sueño, de la felicidad pasajera de la compañía. Hay testimonios de amantes y desavenencias en la cama, convertida en cuadrilátero, y unas líneas de García Márquez les devolvieron el sosiego y alegría de dos en uno. De solitarios que se acercaban al vacío del insomnio y el tierno y pícaro poder crítico del Tuerto López, les regalaban un sueño inolvidable de reencuentro con los motivos.

Al viejo pescador Hemingway lo embrujaría este hotel que le recordaría la habitación 551 del Ambos Mundos en La Habana. Y a los cartageneros por tener todavía los templos, la Casa del Inglés, el claustro de San Agustín, alguna tienda con gatos, un viejo con pijama en el balcón leyendo el periódico, la sala recogida de Toni Agar y poco más, ahora que hasta el silencio nos ha sido expropiado.

*Escritor

BAÚL DE MAGO
ROBERTO BURGOS CANTOR*
reburgosc@gmail.com

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