Columna


Humanizar el conflicto

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

21 de agosto de 2016 12:00 AM

Si en algo ha insistido el papa Francisco es en la escucha. De múltiples formas y en todos los espacios nos recuerda que para el cristiano la actitud de escucha es esencial. Sólo el que sabe escuchar y atender la voz de la verdad que sale de Jesús, puede crecer como creyente. Pero la escucha no es sólo una disponibilidad general ante las palabras de Jesús. Es también una voluntad eficaz de configurar nuestro estilo de vida siguiendo las huellas del Maestro. Lo más insoportable en Colombia, hoy, es ese afán de algunos, sin haber leído, de hablar y hablar de todo sobre la paz, cuando deberían más bien callarse.

El mensaje de los obispos fue claro: “esta hora de la historia colombiana conlleva serios desafíos, que es necesario asumir con valentía, responsabilidad y compromiso de todos, si queremos que la semilla de la paz encuentre buen terreno y produzca fruto”. Sembrar la paz es reconocer que Jesús es nuestro modelo de actuación concreta porque es el único que puede guiar nuestra conducta en una sociedad tan conflictiva como la nuestra.

Jesús vivió en una sociedad conflictiva e inestable. ¿Cuál fue su actitud? Ni ignorar ni eludir los conflictos cómodamente. Pero, los conflictos, en cuanto oposición y enfrentamiento de hombres que aún no se aceptan en fraternidad, justicia y verdad, han de ser humanizados. Hoy decimos transformados creativamente.
Por eso, Jesús está en la conflictividad de su tiempo como creador de fraternidad y justicia, haciendo del amor real a todo hombre y a toda mujer la norma decisiva de conducta, incluso ante los enemigos. Buen mensaje para los que quieren que, ante el plebiscito, la Iglesia tome partido por el sí o por el no.

La actuación de Jesús no busca un “prudente equilibrio”, sino que se pone de parte de las víctimas que sufren las consecuencias de los conflictos, como lo hizo con la familia incompleta de Naín donde posibilitó el reencuentro, en la vida, de una madre sola con su único hijo, convirtiendo una comunidad entristecida en una comunidad alegre y compasiva. Naín entero se alegró al ver a Jesús como el profeta de la misericordia que salva la familia.

Jesús no es indiferente ante las injusticias porque él busca una verdadera reconciliación y no una falsa pacificación. Su búsqueda de una sociedad más reconciliada en la justicia, provocará inevitablemente la reacción violenta de quienes sienten amenazados sus intereses. Pero la reacción personal de Jesús ante la agresión de sus adversarios es el amor incondicional. Jesús morirá en la soledad  de la cruz, víctima del conflicto y rechazado, pero ofreciendo su perdón como gesto último y decisivo de reconciliación, amistad y fe en el hombre y en las mujeres de su tiempo y de hoy. La Iglesia no puede hacer nada diferente a lo que hizo Jesús.

*Director del PDP del Canal del Dique y Zona costera
ramaca41@hotmail.com

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