Columna


Indignados y crispados

RODOLFO SEGOVIA

18 de marzo de 2017 12:00 AM

La avalancha de adjetivos para el malestar ciudadano abruma a los colombianos, tanto como la paz de estos últimos años. Con elecciones ad portas, carillones seducen incautos. Abundan promesas de utopía por charlatanes irresponsables. Se recomienda releer El camino de la servidumbre para revisitar con Hayek el sentido común económico.

En 1785, el escozor prerrevolucionario hervía en las protestas espontáneas que eran fermento diario en París y las provincias. La Bastilla no daba abasto. Ministros incompetentes y corruptos, un collar de diamantes para María Antonieta, vicios y desigualdades fiscales y una aristocracia enquistada en sus privilegios completaban el panorama. Los enciclopedistas socavaban.  

Un tufillo prerrevolucionario apesta ahora por estas tierras. Arranca en los bits de la web. Surgen profesionales de la indignación. Crispación es sustantivo colado en las conversaciones. Y afuera están el plantón, los mítines y las asonadas. Todo espontáneo, pero con agentes que ‘espontanean’. Sin respuestas institucionales satisfactorias, las gentes bloquean vías para exigir derechos, reales o supuestos. Desconfiadas de lo policivo y lo judicial, toman la justicia en sus manos. Entretanto, maleantes se apoderan democráticamente del Estado.

Un marco constitucional permisivo da alas a las vías de hecho. Tras esa mampara, bandas criminales invaden lotes urbanos con la connivencia de autoridades policivas y judiciales. La delincuencia, como en el París del último Borbón, acosa con la astucia de las ‘pirámides’ o con descarada violencia. Y la gente del común sufre, como en la terrible crisis agrícola y la hambruna de 1788 en Francia.

Un siglo antes un similar derrumbe de la España de don Sancho Jimeno, defensor con ardentía de Cartagena en 1697, no pasó a mayores. El rey y la religión mantuvieron la legitimidad. Hoy y aquí, esos diques están cuarteados. Y se dibuja en la pared el mane, tesel, fares. A la Babilonia arrogante no le sirvió el agüita bendita del populismo para detener su conquista por Ciro el Grande. Por estos lados, la aristocracia política también parece creerse inmutable, mientras se despieza en intrigas versallescas.

No están exentos ni los cultores del paraíso del proletariado. Es Increíble que a estas alturas Piedades y Petros aún ofrezcan Venezuela. La conquista por persas de ideologías obsoletas se puede evitar con crecimiento, y con imponer que el interés público antecede al como voy yo ahí. Colombia no es caso perdido. Gracias a la bonanza mineroenergética creció por diez años, a pesar de guerrillas destructoras, a las tasas promedio más altas de la posguerra (5 %). Millones salieron de la pobreza.

Ahora el quid está en reencontrar la senda sin el boom. Por imperfecto que sea, el mercado es mucho más eficaz para asignar recursos escasos que el burócrata. Hechas las cuentas, el Estado nada crea. Ahí es donde entra Hayek, cura parcial para indignación y crispación.

 

rsegovia@sillar.com.co

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS