Columna


Inquisición

CÉSAR PIÓN GONZÁLEZ

15 de agosto de 2017 12:00 AM

Si a terror e injusticias nos refiriéramos, basta recordar las visitas al Palacio de la Inquisición. Solo su nombre y aparatos de tortura helaban la sangre, aceleraban la respiración y hacían santiguar bajo cortas oraciones en silencio, para evitar ser poseído por una de las almas en pena que a nuestro parecer, aún hay en ese fatídico lugar.

Solo con saber que el peso de un capturado no daba lo que quería el tribunal, era causa para ser víctima de los más crueles e inhumanos vejámenes, en un recinto donde se castigaba a supuestos herejes que cometían delitos contra la fe cristiana, y que no reconoció inocentes.

La inquisición desterrada en 1821 con la liberación de Cartagena de Indias por el ejercito patriota, parece continuar la marcha reflejada en la muerte laboral gota a gota de guías independientes con más de 40 años de existencia (Sindicato Único de Guías Profesionales de Turismo), que trabajan en el palacio.

La solicitud de Copia del Registro Nacional de turismo y certificado de riesgos laborales (ARL) fue el primer pedido, sumado a la sugerencia de hacerse empresa presentando ofertas y por último, lo redactado por el representante del museo en el sentido que el estado crítico de la edificación arriesgaba a los guías, cuyo conocimiento y experiencia hoy es reemplazado por máquinas con audios.

El turismo debe estar a la vanguardia del desarrollo tecnológico y en competitividad, pero no es menos cierto que haya oportunidad de escoger, sobre todo al turismo criollo a quien le encanta la picardía, el énfasis y el misterio que ponen los guías al describir la historia de la Inquisición y sus métodos de tortura. 

Cartagena está entre las ciudades con más pobreza monetaria, y la tecnología desplaza a la mano de obra local, lo que nos obliga a retomar lo primitivo, como cuando se vestían de conquistadores e indígenas en el castillo de San Felipe.

El Distrito debería asesorarle en la organización, qué interesante sería verlos con atuendos de inquisidores señalando el cepo, el aplasta pulgares, la pesa de las brujas, el desgarrador de senos, la horquilla del hereje, el potro donde se estiraba a la gente con cuerdas y el aplasta cabezas, entre otros medios de tortura, que por décadas fueron atractivos turísticos, retirados del palacio por su representante, bajo la premisa de no desviar el verdadero mensaje de la Inquisición.

Hoy anunciados y con registro en las páginas promocionales sobre este atractivo turístico, la visita se considera fallida y fraudulenta sin los elementos de tortura que son parte de la reserva histórica de la ciudad.

El palacio no puede ser solo un salón de eventos alquilado para fiestas privadas, o un simple recorrido de fotos y cuadros; la autenticidad despierta sensaciones y nos hace diferentes. Somos más competitivos con elementos en vivo que con el frío relato de una grabadora, no podemos aislar el misterio y que la piel deje de erizarse.

En Orlando (Florida) se combinan las opciones pero Mickey Mouse jamás será presentado solo en imágenes.
*Concejal de Cartagena
COLUMNA DEL CONCEJO

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