Columna


Inter – acción

JULIANA ROJAS ROMÁN

11 de febrero de 2016 12:00 AM

No hablaré de circunscripción, composición ni de luz, sino de mi sentir ante la obra de Norman Mejía y Camilo Calderón, expuestas en el Colegio Mayor de Bolívar. Inter-acción se llama la exposición. Y sí, hay una interacción bien lograda entre ambos. No conocía a Mejía ni su obra, y se me presentaron como un baño de agua fresca. Norman, artista cartagenero, lleno de complejidades, por lo que se ve en una corta entrevista en un pequeño salón de la sala de exposiciones con sus obras. Camilo Calderón, artista bogotano que vive aquí y que tuve la suerte de encontrármelo en la galería interactuando en nombre de los dos, porque a Norman ya le he es imposible estar de cuerpo presente.

Con Camilo recorrí las obras en silencio las contemplé y por primera vez, hablé de mi sentir, porque si bien disfruto de la pintura, no me he sentido nunca capaz ni con el derecho de exteriorizar lo que las obras me transmiten. Es un proceso tan intimo del artista con su obra y va mas allá de la mirada del espectador. Pero esa tarde lo hice y ahora también.

La pintura de Mejía está llena de colores y de espíritus. Siento la mano de alguien en una etapa de reconocer su oscuridad, sus demonios y el alcance de su luz. Como cuando toma uno por vez primera el sagrado remedio del Yagé y comienza el baile de luces, con tormentos y a la vez, descubrimientos, sonidos de selva y miedos ancestrales. En algún lado leí que Mejía murió creyendo en su pintura y que partió con esos espíritus que juraba lo acompañan siempre. Yo no creo que los espíritus de Norman se fueran con él, sino que quedaron escondidos en sus obras y que si uno se acerca con cuidado, tal vez se dejen ver.

Los espíritus en la obra de Calderón parecen sus viejos amigos. Me da la sensación de alguien que ya transitó por el oscuro camino de sus demonios y regresó tranquilo de saberles la cara y de que en la comunión bien lograda de ellos con sus seres de luz, puede enriquecerse su pintura. En la luna roja de Camilo me reconocí como uno de sus fantasmas, la maga que vive dentro de mí, que está en esa pintura. La verán vestida de capa negra, gorro de invierno y entre sus manos una esfera de cristal, cargándose de la energía que esa poderosa luna le da para presentarnos un futuro no muy claro.

La interacción se da no en la similitud de colores, ni en la redondez de sus cuadros, sino en la lucha entre la vida y la muerte. En el baile, a veces caótico, de demonios y ángeles que no buscan responder a la incertidumbre que es la vida, sino hacerle reverencia a la incertidumbre.

CULTURA Y CIUDAD
JULIANA ROJAS ROMÁN
juliana@soundwalkrs.com

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