Hace más de 2.500 años, en la antigua Grecia, cuando había un político con ínfulas de poder los ciudadanos escribían el nombre del dictador en trozos de barro, denominados óstraca y, si había consenso, era desterrado. A esto se lo denominó ostracismo y ha sido asimilado a un aislamiento voluntario o forzoso de la vida pública, generalmente por cuestiones políticas.
Exilio, del latín exsillium o exsilire, significa saltar afuera. Durante las décadas en que la dictadura militar dominó desde Chile, Argentina y Uruguay hasta Cuba hubo una dolorosa división entre quienes huyeron para salvar sus vidas y quienes se quedaron. El exilio era de los que se iban; poetas y literatos llamaron inxilio a quedarse en su país, en una especie de exilio interior, pues no podían expresar su ideología y les tocaba ser invisibles ante el régimen. Inxilio nace de la impotencia por no poder expresar las ideas en un sitio y momento porque es peligroso.
Hace unos años, Álvaro Restrepo y El Colegio del Cuerpo de Cartagena hicieron una impresionante puesta en escena: Inxilio: sendero de lágrimas. Más de 100 personas simbolizaban los millones de colombianos desplazados en su propio país por la violencia indiscriminada (narcotráfico, paramilitares, guerrillas, etc.). Nómadas invisibles, víctimas del desarraigo en su propia nación, en un drama doloroso y nostálgico que nos convirtió, a todos, en parias universales.
Inxilio implica, también, un destierro interno, un ostracismo hacia adentro, marginar al individuo, de manera voluntaria o forzada, en un vano intento por desaparecer de la sociedad para no ser visto ni llamar la atención, casi hasta disolver el ser. Un exilio de puertas para adentro, más duro y desgarrador.
Al ver el extenso, sesudo y completo informe de Cartagena Cómo Vamos parece que el Corralito de Piedra vive sus propios inxilios: el de una juventud en el ostracismo educativo de las pandillas por una alta deserción escolar y una educación pública de segunda categoría; o el de las cerca de 4.000 niñas menores de 19 años que, tras 9 meses de embarazo, son exiliadas de la vida normal que merecían; o las más de 60.000 familias que esperan una vivienda digna; o esa Cartagena abandonada de sí misma, desaparecida de las guías turísticas, con uno de cada cuatro cartageneros en la pobreza y más de 40.000 en la indigencia, siendo la capital con el mayor porcentaje de personas en pobreza y pobreza extrema en el país; inxilio también es el que padecemos encerrados y acosados por la violencia interior que desgarra a nuestra Cartagena; el inxilio de una ciudad con un pasado ilustre pero con un futuro encerrado, incierto, amurallado, en el cual primero es todo menos su gente.
*Profesor Universidad de Cartagena
crdc2001@gmail.com
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