Inicialmente dude en escribir este artículo, sin embargo mi conciencia, como el grillo de Pinocho, me dijo: “Si quieres a Colombia escríbelo”. Pues bien, este es mi concepto de la decisión que tomara Colombia el 17 de junio para elegir al presidente que guiará a la nación en los próximos 4 años.
Por un lado se encuentra Petro (izquierda) y por el otro lado se encuentra Duque (derecha).
Escuchando a Petro en varias entrevistas y declaraciones, me han sorprendido varias de ellas: resumo dos una antes de la primera vuelta y otra después: “Garantizar que cualquier jovencito o jovencita pueda entrar a una universidad (…) al salir del once puedan ingresar a la universidad. Unas terminan en embarazo (...) terminan en ejércitos privados del narcotráfico, terminan buscando un puesto en la Policía o en el Ejército (...)”. Preocupa que quien aspira a ser el Comandante de la Fuerza Pública, considere a sus miembros no solo brutos, sin ninguna otra oportunidad de capacitación, comparándolos con narcotraficantes o ciudadanos de segunda, como si la defensa del país y la seguridad ciudadana fuese un estigma. La segunda, relacionada con la Constituyente, manifestando en la primera vuelta que sería uno de sus objetivos, pero ahora con la adhesión del Polo Democrático, que le exigió retirar esa propuesta para su respaldo, con total desparpajo la retira buscando votos únicamente.
Escuchando a Duque, no cambió su postura para la segunda vuelta, ve con claridad que la oportunidad de desarrollo y trabajo está en dinamizar la pequeña y mediana industria para ampliar el cupo de trabajos formales que garantizan mejores oportunidades para la educación, vivienda y seguridad social, a diferencia de Petro, que habla de guerra (si gana Duque, y paz si gana él); Duque promueve la unidad y unir esfuerzos entre todos para sacar al país de su estado de pobreza y corrupción.
Podría continuar enumerando los desaciertos de Petro en sus discursos y campaña, prometiendo lo imposible para conseguir votos, y los aciertos de Duque, que con serenidad, coherencia e inteligencia, mantiene su postura sin necesidad de cambiarla por conseguir más votos o coaliciones.
El electorado tiene la oportunidad de decidir qué rumbo tomará el país en los próximos 4 años: un rumbo que nos lleve a un país parecido al de Venezuela o Nicaragua, o a un país con un futuro promisorio que busca salir adelante con ilusión de resolver muchos de sus problemas. Como lo expreso José Félix Lafaurie Riviera en la columna del 3 de junio en El Universal, “Yo tengo claro el país y el futuro que quiero”, y yo también lo tengo claro, y lo importante es que usted también lo tenga: iremos hacia una izquierda obscura o hacia una derecha con esperanzas claras el 17 de junio, cuando elijamos nuestro próximo presidente. Usted decide.
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