Columna


La Base Naval

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

01 de diciembre de 2013 12:02 AM

Fue el Teniente General Gustavo Rojas Pinilla –abuelo de los dos querubines del carrusel de la contratación en Bogotá– quien, por medio de un decreto de estado de sitio, cedió al entonces municipio de Cartagena media isla de Tierrabomba y la otra media a la Armada Nacional para su Base Naval. De eso hizo 58 años, pues si la memoria no me traiciona la norma fue expedida en 1955.

Rojas era un hombre agradecido. La Armada le había comunicado que le conferiría el grado de Almirante Honorario y que tendría que venir a Cartagena a recibirlo con toda la pompa del caso. Así fue: lo recibió con el uniforme blanco y la charreteras amarillas, y de la ceremonia castrense salió para otra académica en la Universidad de Cartagena, donde emocionado y al borde de las lágrimas anunció que las escuelas, los colegios y las universidades estarían, mientras él fuera presidente, por encima de los partidos políticos.

Media isla por un grado. Mucho, pero imprescindible. Ahora era Teniente General, Jefe Supremo y Almirante de los mares.

Los lambones de turno dijeron que Rojas había previsto el futuro turístico de Cartagena, porque no quiso que su Base Naval entorpeciera el desarrollo urbanístico de Bocagrande, el barrio de las playas y la bahía. Hasta razón tuvieron, pero la Base continuaba allí, enquistada como una ostra, en un inmenso terreno de la Nación que, por voluntad del ex cadete Juan Manuel Santos, pasará a manos del distrito. 

El traslado de la Base Naval y la rectificación de los caños fueron dos frustraciones de la ciudad. Al fin se oficializó el primero por medio del decreto 2731 de este año de gracia. Interés nacional es el nombre del santo que hizo el milagro. Faltan los cientos de millones de dólares que costarán las instalaciones y la mudanza. Comencé a pedirle a San Torcuato de Guadix que los $15.500.oo millones anuales que nos cuesta la seguridad de Uribe, los $26.000.oo que vale la prima restablecida de los congresistas y la pila de billones que se engulle el malandrinaje político, no embolaten la inversión en la nueva Base.

No será Santos quien la inaugure. Las obras demorarán un jurgo, como dicen los cachacos. Pero de seguro lo invitarán con los almirantes Guillermo Barrera, Echandía y Celis; con el locuaz y solemne Juan Carlos Pinzón, y de pronto con el ex presidente Uribe si se reconcilian para tirarse la Presidencia de Germán Vargas con José Obdulio Gaviria de alternante. Dos gladiadores de raza: el nieto de Carlos Lleras y el primo de El Patrón.

De estar vivo, miraré los actos a la distancia, en compañía del almirante Arango para que me explique, como buen marino, detalles sobre el material de los muelles, los depósitos de pólvora, las naves de uso múltiple, la zona de astilleros y el área de Tiro de Precisión, una disciplina en la cual es experto.

*Columnista

carvibus@yahoo.es
 

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