La caída de la imagen del presidente Santos del 48% al 21% de aceptación tiene explicaciones inmediatas. La primera es el momento en que se realizó la encuesta de Gallup. Santos trataba de salir de la mejor forma posible del conflicto que él mismo afrontó con los peores métodos, bailando de un lado a otro la música de sus indecisiones.
Los encuestados le cobraron a Santos la soberbia con que enfrentó en un comienzo el paro nacional campesino. Le cobraron también la cuenta que le vienen pasando los enemigos del proceso de paz de La Habana. La propaganda en contra de este proceso cuenta con los cabecillas del uribismo y con los ruidosos torpedos del procurador Ordóñez, que tiene su audiencia.
La Unidad Nacional, que Santos trata de disciplinar para su reelección, deberá contrarrestar el descrédito presidencial, sin olvidarse de dos frentes que jalan para lados opuestos y se encuentran a veces en el antisantismo: la oposición del Polo y Marcha Patriótica, y la resistencia verbal de la derecha y el “centro democrático”.
No estoy muy seguro de que la popularidad de Santos cayera por el efecto directo del paro campesino. El paro fue un marco de hechos turbulentos, una campanada de alerta que recordó el fracaso de políticas agrarias que no se impusieron en este gobierno pero que tampoco este gobierno ha sabido darles soluciones estructurales.
La opinión favorable a la protesta campesina ocupó enorme espacio en los medios. Suponiendo que las protestas estuvieran infiltradas por las Farc, Marcha Patriótica y el Polo, ni los actos violentos de las carreteras ni las acciones vandálicas de las ciudades, ocultan o desvirtúan la rabiosa desesperación de los campesinos.
Los cambios de ministros no se hicieron para resolver los problemas del agro sino para echarle combustible al equipo de la reelección. Los nuevos ministros compactan la Unidad Nacional pero no son garantía de que cambien con rapidez el pobre 21% de favorabilidad.
La confusión de mucha gente sobre lo que sucede en La Habana entre la guerrilla y el gobierno; el desconcierto que provoca negociar en medio del conflicto, pueden haber influido en la última encuesta. Esto no implica un repunte de la oposición uribista, mordisqueada por los desertores del “la U”, pero fortalece algo a una tercera opción independiente.
Si Santos es reelegido antes de que haya acuerdos en La Habana, tendrá una oposición quizá más estorbosa que la actual. Si es reelegido después de firmar y legitimar los acuerdos de paz, no perderá a sus obstinados enemigos de la derecha pero tendrá que correrse un poco hacia el centro izquierda, zarandeado desde los extremos.
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