La discusión librada en el concejo distrital sobre los contenidos del género musical champeta y la supuesta relación con el incremento de los embarazos adolescentes ha dejado por fuera, porque los micrófonos y los reflectores no se dirigen a ellos, respuestas sociales desde el mundo de la cultura.
La champeta no embaraza lo decía la caricatura de la revista Cabeza de Gato y así rezaban los carteles del encuentro nacional del ecosistema cultural, llamado ZUMA, el fin de semana anterior y coordinado por el centro cultural Ciudad Móvil. Y según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar –ICBF- no hay ninguna evidencia científica que correlacione el baile con los embarazos.
En la Boquilla, los niños cantan: “somos los niños de la Boquilla / estamos tocando de maravilla / somos estudiosos / somos estrellitas / y la gente dice que somos artistas / no sé si esto es cierto / no sé si eso es verdad / lo que me interesa vamos a rescatar / es nuestro talento muy particular / y ahora mismo lo vamos a demostrar”. Son los niños de la Escuela de Tambores que orienta la Corporación Cabildo, cuyo modelo pedagógico fue escogido por el ICBF por sus aportes a la defensa y lucha contra la vulneración de los derechos de los niños, niñas y adolescentes, incluidos en ellos la violencia sexual y el embarazo adolescente, para amplificarla a 900 niños de ascendencia afro y de origen wayuu en Cartagena y La Guajira. Al igual fue escogida la Fundación Juan Felipe Gómez Escobar como parte de esa estrategia nacional de promoción de derechos. Es decir, aquí hay con quiénes dar respuestas distintas al asunto.
El canto de los niños y la experiencia de Cabildo, como seguro hay tantas otras en la ciudad, son la más clara respuesta a quienes prefieren tomar la senda de las prohibiciones y la censura; una senda iniciada en las entrañas de la colonia que se extiende durante siglos mostrando continuidades que han terminado siendo mecanismos de discriminación racial y cultural. Se han prohibido los tambores, el mapalé y la cumbia; los cabildos y el capuchón. Pero la resistencia cultural todavía les da vida con fortuna.
La mejor respuesta a la problemática de los adolescentes se dará cuando la educación sea para todos y de calidad e incluya la formación en derechos de la infancia y adolescencia y el fomento a la cultura y las identidades. Muchas escuelas de alto nivel que incorporen las artes y la cultura, donde se enseñen los derechos humanos, incluidos los de los menores, y se incorporen los avances investigativos sobre la cultura caribe cartagenera es lo que necesita la ciudad y no más prohibiciones y censuras.
Ojalá el Concejo Distrital conozca iniciativas como la Escuela de Tambores, aprenda de sus lecciones y las lleve a política pública.
*Columnista semanal
albertoabellovives@gmail.com
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