Columna


La clase media

LIDIA CORCIONE CRESCINI

31 de octubre de 2017 12:00 AM

“Por primera vez en la historia, más de la mitad de la población pertenece a la clase media”. “Con mucho orgullo”, explicó que, según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el 55 % de la sociedad ya se encuentra ahí. Y añadió que ahora su “mayor ilusión” es construir una nación “próspera y pujante”.

Juan Manuel Santos, (Revista Semana 2015). Es a la que me referiré hoy, a una realidad muy diferente, donde la más perjudicada es esta clase. Paradójicamente, la media somos los que sostenemos la economía del país y estamos siendo atacados constantemente, porque somos perjudicados por la clase baja, puesto que la media, no es aquella que tiene carro, casa, y otros cuantos “lujos” que distan de serlo porque en su lucha por lograr una mayor estabilidad, ahorran con gran esfuerzo para conseguir tener vivienda y medio de transporte propios. Y, a pesar de todo, es también aquella que se moviliza en bus, taxi colectivo, la que más paga IVA, la que lucha por la educación para conseguir unos pesos para que los hijos vayan  a la U, de lo contrario tienen que bregar por un crédito que la lleva a un endeudamiento. En la media no tenemos derecho a la modalidad de “Ser pilo paga”.

La clase más favorecida, la alta, tiene prebendas y la baja tiene todos los subsidios y entonces la media queda como un sánduche. “La mayoría de los expertos consultados por Semana considera que la irrupción de la clase media es un avance decisivo, y señala a los dos gobiernos de Álvaro Uribe y el primero de Santos como los responsables de la transformación, al haber convertido a la globalización y el buen clima de inversión mundial en un beneficio para el país” (R. Semana), lo que considero un sofisma de distracción porque a la clase media nos tienen hasta los tuétanos de impuestos y subsidios y cuando un país está obligado a subsidiar es porque su economía y su forma de equilibrar la justicia social anda coja y ahora más, por la corrupción que nos deja en un limbo en medio de  una pelota que no ataja nadie, hasta los jueces y magistrados se les cuela por las ranuras de sus bolsillos.

Las dos clases extremas nos roban, la alta: la salud, EPS, educación, cuando hablan de mejoras, sacan del púlpito un impuesto de valorización. La baja, consciente o inconscientemente, nos atracan. Tanto subsidio es un atentado para el bolsillo de los de la media y peor aún, si vamos por las calles, también nos delinquen. Es duro soportar tantos cargos básicos en los servicios públicos ¿Subsidiar a quiénes?

*Columnista.

licorcione@gmail.com

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