Columna


La desfachatez desde el poder

CICERÓN FLÓREZ MOYA

16 de marzo de 2015 12:11 AM

El vergonzoso episodio del magistrado Jorge Pretelt en la Corte Constitucional ha generado en los colombianos una reacción de repudio. Es como si la copa de la desfachatez se hubiera rebosado. Porque no es una excepción. Es la suma de perniciosos desatinos desde altas instancias del poder en cabeza de quienes tienen su manejo y deciden sobre el rumbo de la nación.

Pretelt es apenas una de las manzanas podridas. De su misma condición son los miembros de otras altas Cortes que también venden fallos para favorecer a implicados en hechos de corrupción, avalan en forma descarada privilegios mediante los cuales se amasa el enriquecimiento ilícito de reconocidos depredadores del erario o le garantizan impunidad a delincuentes de cuello blanco vinculados a diferentes en desvíos punibles.

Conductas semejantes a las de Pretelt se han tolerado con descaro, hasta con la justificación que se inventan los leguleyos especializados en trampas y abusos de diferentes cuantías en la utilidad que dejan.

La Comisión de Acusaciones de la Cámara de Representantes tiene una acumulación de expedientes congelados en su trámite desde hace tiempo. Es la demostración del ocio consentido en entidades que debieran dar ejemplo de oportuno cumplimiento de sus funciones, sobre todo cuando se trata de asuntos que corresponden a la justicia.
El inventario del abuso del poder en Colombia es abultado desde hace tiempo, incrementado ahora con nuevas técnicas. A la violencia que tantas víctimas ha dejado, por el aniquilamiento de vidas, o la destrucción y despojo de bienes, se agrega el manejo impúdico de las entidades del Estado llamadas a proteger los derechos de las personas y a obrar conforme al interés general.

Muchos casos de altos servidores oficiales encumbrados en cargos públicos son piedra de escándalo. Y a sus protagonistas no se les sanciona con el debido rigor. Siempre hay atenuantes. El caso de Pretelt es una nueva prueba para la justicia. Hacia atrás hay capítulos alarmantes de desfachatez. Muchos de ellos se quedaron engavetados. O tuvieron investigación sin resultados. Sobre algunos hubo fallos. Pero siempre son más las omisiones con respecto a sanciones que la aplicación correcta de la justicia.

Puntada
Es demasiada ligereza o sectarismo calculado decir que los males de Norte de Santander provienen de la falta de gestión en el gobierno de Santos. Tal postura no le queda bien a quien tuvo la oportunidad de gobernar al departamento, apreciado Sergio Entrena López. Hasta allá no puede llegar el culto al senador Álvaro Uribe, quien muy poco le aportó a esta región.

 

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