Columna


La economía de la hoja de coca (2)

MAURICIO CABRERA GALVIS

08 de julio de 2018 12:01 AM

Varios pacientes lectores objetaron la explicación económica del aumento de los cultivos de coca de mi columna de la semana pasada porque, argumentan, la teoría económica no explica por qué el cultivo prospera en Colombia y no en nuestro vecino Ecuador, o en tantos otros países tropicales.

La objeción es valida. La teoría económica no explica por qué solo se consolidó en Colombia el negocio promovido por los cuerpos de paz gringos y los veteranos de Vietnam. No hay leyes económicas que demuestren por qué Pablo Escobar o los carteles de Medellín y el Valle surgieron en Colombia y no en los países vecinos.

Hay muchos factores históricos, sociológicos y demográficos que habría que escudriñar para entender por qué nos ganamos esa lotería letal. Pero mi artículo no pretendía ir a esas profundidades sino, partiendo de que en Colombia ya hay un negocio montado de producción de hoja de coca y de transformación en cocaína, tratar de entender por qué fluctúa esa producción, por qué cae unos años y crece otros.

Para responder, son útiles los principios básicos de la teoría económica, como la ley de la oferta y la demanda. También hay diferencias entre los economistas: los gringos prefieren invocar la Ley de Say (que la oferta crea su propia demanda) para seguir culpándonos del consumo de drogas en su país y hacer la guerra contra las drogas fuera de su país para que nosotros pongamos los muertos y ellos se quedan con las ganancias. Pero hay un creciente consenso keynesiano de que mientras haya demanda de estupefacientes seguirá creciendo la oferta.

La otra cosa relacionada con el aumento del área sembrada de coca, que va más allá de los análisis económicos, es la situación y las historias de los campesinos que tienen que sembrarla. Y digo que tienen que hacerlo, porque esa es una decisión que resulta de la angustia y desesperación de los padres y madres que no tienen como calmar el hambre de sus hijos.

La ONG Dejusticia publicó el libro “Voces desde el cocal”, donde recoge los testimonios de mujeres campesinas que se tuvieron que dedicar a cultivar coca porque es la única alternativa de subsistencia en territorios donde el Estado no está presente.

Como bien dice el libro, “lo que la cifra de hectáreas cultivadas de coca no muestra es el nivel de pobreza, exclusión y resistencia de quienes habitan en los territorios cocaleros, de aquellos que en el campo cultivan coca y se insertan en los diferentes ciclos de esta economía para paliar la pobreza y sobrevivir a situaciones cotidianas de violencia y opresión.”

Los campesinos cocaleros son más víctimas que delincuentes y la erradicación forzosa ni el glifosato no resuelven el problema, solo lo trasladan a otros territorios, y la única estrategia sostenible ara disminuir los cultivos de coca es sustituirla por alternativas que permitan a los campesinos tener una vida decente.

*Economista
 

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