Columna


La falacia de la mayoría

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

13 de abril de 2016 12:00 AM

Hay gente que no entiende que la opinión de las mayorías no es un argumento válido para reconocer los derechos de las personas. No en un Estado Social de Derecho que basa la integridad y la interpretación de sus leyes sobre unos principios constitucionales.

La razón quizás sea porque ignoran el verdadero sentido de la democracia. Creen que la democracia es la imposición de la voluntad y las costumbres de la mayoría como si se hubieran estancado en la definición de los griegos y se hubiera grabado en letras imborrables aquello del «demos» (pueblo) que usa el «cratos» (poder) para gobernar.

Por eso cuando en la Corte Constitucional se aprueba el matrimonio entre homosexuales o la adopción igualitaria hay más indignación que gozo. Todo porque muchos colombianos están convencidos de que el dogma cristiano, por ser el dominante en el imaginario religioso del país, también debería ser el dominante en las leyes. Y eso no es así. Eso no es democracia. Eso es una tiranía mayoritaria que no respeta la secularidad del Estado.

Colombia no está para dejarse conducir por prejuicios generalizados que incitan a discriminar y a la guerra. La paz, si ha de llegar, será con la protección de la dignidad de las minorías, aunque las grandes colectividades se opongan.

Con esto no repudio la importancia de las mayorías. Lo que piense un gran porcentaje de la población sí es importante, ya que podemos conocer la conciencia, las necesidades y la ideología de uno de los tantos rostros que posee nuestra comunidad nacional. Lo que mucha gente no comprende es que entre ser importante y ser “lo único” hay un abismo de diferencias considerables.

Colombia es un país multiétnico y pluricultural. Si la Constitución Política de 1991 hubiera sido confeccionada por lo que creyera la mayoría no se hubiera aprobado la libertad de culto ni existiera una circunscripción especial para los grupos indígenas y las minorías étnicas en participación política y derechos territoriales.

Las mayorías no siempre tienen la razón. Las multitudes suelen equivocarse con frecuencia. Prueba de ello es que en su momento gozaron de la buena opinión de las mayorías la esclavitud, la ideología nazi, la segregación racial, el fascismo y prohibirle el derecho a votar de la mujer. Incluso la Biblia, que últimamente se malinterpreta para discriminar a las minorías, alberga un episodio contundente: fue la mayoría la que, en últimas, pidió a gritos liberar a Barrabás mientras que Jesús era condenado a la crucifixión.

*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena
@orlandojoseoa

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