Columna


La falacia del legado cultural

PASTOR ALONSO JARAMILLO ROBLES

02 de abril de 2013 12:00 AM

PASTOR ALONSO JARAMILLO ROBLES

02 de abril de 2013 12:00 AM

Me inquieta la explicación que muchos tienen para el avance de Barranquilla en los últimos años frente a un estancamiento de Cartagena. Esto se ha atado a datos estadísticos que señalan un vigor económico en la arenosa, además de una mejoría en su administración. El núcleo básico de esto es extraído del nacimiento de las dos: una, Cartagena de Indias, creada en el siglo XVI, deudora de todos los vicios de la España contrareformista lo que indicaría que arrastramos una perniciosa conciencia colonial antimoderna, negada al emprendimiento mercantil al igual que de un ejercicio social basado en la libertad; y, una Barranquilla que debido a su génesis en el siglo XIX, republicana, sería otra cosa en cuanto a ser más sensible a premisas de la modernidad como el empresarismo y una visión colectiva más libertaria.
A mi juicio es una falacia persistir en ello. ¿Por qué? Sencillamente por 150 años de historia económica. En los textos Comercio justo para todos, de Stiglitiz; y El triunfo de las ciudades, de Glaeser, se documentan dos casos que se refieren al Japón de la restauración Meiji y a la Singapur de Lee Kuan Yue. En dos momentos distintos – el primero en el siglo XIX, el segundo en el XX- se buscaron formas estatales de hacer frente a la necesidad de insertarse como ganadores en la dinámica trepidante de la construcción de una economía global.
En estos dos territorios antes de la toma de medidas políticas de desarrollo, las condiciones de pobreza eran tercermundistas. Sin embargo, establecieron una arquitectura institucional a su medida observando con agudo sentido común la industrialización de otras zonas –Japón siguió mucho la industrialización de la Alemania de Bismarck- y crearon toda una institucionalidad que favoreció el desarrollo con una apuesta estatal hacia la educación y los sectores intensivos en mano de obra.
Entonces, no fue su legado histórico inconsistente con la modernidad de Occidente el que primó. Por el contrario, se adaptaron, generaron una apuesta política desde su idiosincrasia y crearon instituciones para ser fuertes económicamente, dando un giro a su destino.
Por ende, para mí, nuestra situación precaria no está circunscrita al legado de la colonia sino a que no hemos establecido debidamente una gobernanza institucional para la globalización, tendiente a cambiar los males heredados.    

*Cambio Radical

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