Las pruebas Saber Pro, antes conocidas como ECAES, son una farsa. Sus preguntas con sesgos políticos, su limitada división por competencias y, sobre todo, su olvido para con las Humanidades hacen de este extenso cuestionario dominguero una pérdida insensata de tiempo.
El pasado 22 de noviembre fui uno de los 324 mil colombianos que se levantaron temprano y se sentaron en la silla de un salón de clases a gastar su día de descanso. Gastar, despilfarrar, dilapidar: no encuentro más palabras que definan mejor que un gran número de los universitarios de este país dediquemos más de cuatro horas a resolver un examen que poco o nada incidirá en nuestros ámbitos de conocimiento profesional. Y cuando digo esto, me refiero específicamente a las Humanidades.
Resulta que en Colombia viene dándose un proceso de discriminación académica por parte de las instituciones gubernamentales. Hay una especie de segregación profesional en la que el Estado beneficia más a las carreras involucradas en el desarrollo tecnológico y económico que a las que no lo están. Esta idea se refleja en las más de cuarenta competencias específicas que ofrece el Icfes en las pruebas Saber Pro: ninguna (salvo investigación en ciencias sociales) se enfoca en las Humanidades.
Se supone que estas pruebas son para obtener datos sobre los niveles educativos de los estudiantes universitarios de diferentes programas del país, para luego elaborar políticas públicas centradas en solventar las falencias curriculares y epistemológicas. Ahora, si nunca se evalúan disciplinas como literatura, lingüística, historia, filosofía o artes plásticas, ¿con qué bases podrá el Ministerio de Educación llevar a cabo una gestión educativa correcta? ¿Para qué le sirven entonces las pruebas Saber Pro a los que estudian alguna de las Humanidades? Pues para echar a perder un domingo.
Si en 1907 el ex presidente Rafael Uribe Uribe se quejaba de que en Colombia sólo se exportaban versos, hoy podría decirse que al tipo se le ha cumplido el sueño, ya que la actualidad de nuestro país está diseñada para que los artistas, los filósofos y estudiosos de la condición humana se extingan en un basural de pocas oportunidades.
Una sociedad que aspira a la paz en el posconflicto no puede fundarse solo en cálculos financieros, proyectos urbanísticos y herramientas tecnológicas. Mucho cuidado con pensar así, no todo es técnica y mercado. Si el Gobierno pensara más en las Humanidades a lo mejor fuéramos más conscientes de nuestro lugar en el mundo y el voto y la dignidad no estuvieran tan a la venta.
*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena
@orlandojoseoa
Comentarios ()