Columna


La felicidad

PADRE EFRAÍN ALDANA S.J.

30 de mayo de 2013 12:00 AM

PADRE EFRAÍN ALDANA S.J.

30 de mayo de 2013 12:00 AM

La felicidad es asunto del espíritu. La clave para ser feliz mora en el interior de cada uno, según Buda; y es un  hábito o de acumulación de varios hábitos, según Aristóteles. Es una responsabilidad moral, una búsqueda de un estado permanente que produce satisfacción plena de los anhelos más exigentes del hombre.
Para el pueblo judío y  para la Reforma Calvinista   tener felicidad y dinero era sinónimo de estar bien con Dios. Tenemos el ejemplo de José en Egipto, a quien le fue bien porque Dios estaba con él. El interrogante que se presentaba era el siguiente: ¿Cómo un hombre impío podría ser feliz? La respuesta más fácil es decir que todo entraba en el plan de Dios.
Sin embargo es Jesús quien aclara para siempre este problema con su testimonio. Con la predicación del Reino va a dejar sentado para siempre que su Padre, Dios, no quiere que nadie sufra. El mismo Jesús de Nazaret fue colgado de un madero por causa de fidelidad a su Padre, porque amó hasta el extremo.
La felicidad es compromiso, lucha, reto, distención, abrazos, incluso aunque parezca paradójico,  dolor. Es como un ungüento que nos penetra el alma y suaviza nuestros ardores interiores. Se llega a ser feliz solo cuando se  alcanzan las metas. El gozo es otro factor importante, que más que una alegría, es felicidad: pensar positivamente, reírse, relajarse, escuchar una buena música, el buen humor, la contemplación de las bellezas naturales y sobre todo la oración, como amor y poder de la comunicación con Dios.
Ser feliz no es tener un cielo sin tempestades, un camino sin accidentes, un trabajo sin descanso. Ser feliz es encontrar fuerza en el perdón, esperanza en las batallas, seguridad en el pánico del mundo, amor en los desencuentros. Es aprender las lecciones de los fracasos. No se trata solamente de tener alegría con los aplausos, sino encontrar alegría en el anonimato.
Ser feliz es saber viajar dentro de sí mismo. Es atravesar desiertos y ser capaz de encontrar un oasis en lo recóndito del alma. Es agradecer a Dios cada mañana por el milagro de la vida. Ser feliz es no tener miedo de los propios sentimientos. Es saber hablar de sí mismo. Es tener momentos poéticos con los amigos, aunque a veces nos hieran. Es tener madurez para decir “me equivoqué”. Es tener osadía para poder perdonar. Es tener sensibilidad para decir: te necesito. Es tener capacidad de decir: te amo.
Ser feliz es saber aprovechar las oportunidades. Que en las primaveras seamos amantes de la alegría y en los inviernos amigos de la “sabiduría”. Así seremos cada vez más apasionados por la vida.

efraldana@yahoo.com

*Rotaremos este espacio entre distintos columnistas para dar cabida a una mayor variedad de opiniones.

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