Según El Universal del 24 de julio, en la comunidad de Colombiatón se identificaron cinco pacientes con Malaria, de los cuales tres fueron hospitalizados. Dios quiera que este episodio sea circunscrito y no se expanda en razón de que la malaria o paludismo es una de las patologías más terribles que puede afectar al hombre.
En efecto, más de un millón de personas fallecen anualmente en el mundo por esta enfermedad antiquísima, la prueba es que recientemente se demostró que el faraón Tutankamon murió en 1327 a.C. por la Malaria y que Hipócrates describió este padecimiento en el siglo V a.C.
Los dos nombres que tiene esta patología provienen de las primeras observaciones sobre su forma de contraerla, paludismo viene de palus udis (pantano, charca) y malaria de mal aria o aire malsano en italiano. Las denominaciones nacieron debido a que en la antigua Roma notaron que era más frecuente en las áreas pantanosas. En Roma hubo una epidemia en el año 79 d.C. y otra en el 450 d.C., esta última tan grande, que se afirma que Atila no entró a saquear a Roma por esta circunstancia epidemiológica.
La malaria no es una enfermedad del trópico sino universal. La prueba es que en los siglos XV, XVI y XVII lideraba la mortalidad en Europa junto con el hambre. La primera droga antimalárica, la quinina, fue descubierta en el Perú en la corteza de un árbol. Una historia cuenta que un humilde indio, torturado por la fiebre del paludismo, tomó el agua de un remanso en donde crecían árboles de Quina y se curó como por encanto de esta enfermedad. El secreto se lo pasó a los jesuitas y da la casualidad de que Francisca Henríquez de Ribera, esposa del Virrey Luis Jerónimo Fernández de la Cabrera Bobadilla y Mendoza, conde de Chichón, estaba enferma de malaria y un sacerdote le administró un cocimiento de esta corteza con tan buen suceso que la condesa se alivió al segundo día. De este éxito terapéutico nació la denominación que le dieron al producto como “Los Polvos de la condesa” (Ricardo Palma. Tradiciones Peruanas. Jackson Ed).
Durante el siglo XX se elaboraron drogas para combatir esta enfermedad pero la resistencia que ha desarrollado a estos medicamentos ha conducido que esta plaga siga haciendo estragos, de allí que el sueño de los infectólogos y epidemiólogos es encontrar una vacuna. La primera la inventó nuestro compatriota Patarroyo, la cual, a pesar de la enorme publicidad que se le hizo, fue un fracaso. Mientras surge una vacuna para esta enfermedad se debe seguir tratando con medicamentos. No obstante para evitar brotes como el de Colombiatón, es necesario fortalecer las medidas de salud pública, tal como lo afirma, el editorial de El Universal del 26 de julio, en el cual se achaca con razón el origen de este brote de malaria y de otras enfermedades al deterioro de la salud pública en Cartagena.
*Columnista
menrodster@gmail.com
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