Existe una tradición en el país de organizar misiones para analizar diferentes tópicos de nuestra economía y proponer agendas de reformas. Históricamente estas misiones se realizaban en coyunturas difíciles y pretendían encontrar un soporte técnico que ayudara al consenso nacional sobre los cambios de política requeridos. Con sorpresa noto que en los últimos años proliferan las misiones que entregan una larga lista de recomendaciones y se quedan en eso, buenos deseos que no se logran implementar.
Las misiones se remontan a 1923 cuando se hizo la Misión Kemmerer. Entonces el país vivía un caos monetario originado por un desajuste fiscal y esta misión fue clave para crear varias instituciones, entre ellas el Banco de la República, la Superintendencia Bancaria y la Contraloría General de la República. El que estas entidades se mantienen vigentes indica que fueron transformaciones que marcaron un cambio estructural.
Luego de esta primera misión, hubo en promedio una por década hasta los ochentas. Se destacan la Misión Currie en 1948, la Misión Lebret en 1955, la Misión Taylor en 1965, y la Misión Musgrave en 1969. En los noventas, el tema fiscal dominó el enfoque de las misiones: la Misión Bird-Wiesner de 1992, la Misión de Racionalización del Gasto y las Finanzas Públicas de 1995, y la Misión del Ingreso Público de 2002. Muchas de ellas inspiradas por situaciones fiscales difíciles en cada momento.
Sorprende la velocidad de misiones que hemos tenido a partir del 2010, y hay 10 nuevas versiones: la Misión de Equidad y Movilidad Social (2011/12), la Misión de Sistema de Ciudades y la Misión Territorial (las dos en 2012), la Misión Cafetera (2013), la Misión para la Transformación del Campo en (2014), y la Misión Colombia Envejece y la Comisión de Expertos para la Equidad y la Competitividad Tributaria (ambas en 2015). Ahora el gobierno nacional anuncia dos más, una sobre logística y otra en crecimiento verde.
Estamos cayendo en una etapa de “misionitis”. Las misiones comenzaron siendo esporádicas ante situaciones muy especiales que se vivían en cada momento y sus recomendaciones lograron implementarse. Últimamente vemos misiones con una gran lista de recomendaciones que no logran ponerse a funcionar y que muchas veces son desconocidas por los distintos estamentos del país. Así se desvirtúa el propósito original de las misiones y terminan en estudios que quedan guardados en bibliotecas.
JAIME BONET
jbonetmo@banrep.gov.co
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