Columna


La música y la juventud

MARIO MENDOZA OROZCO

09 de febrero de 2014 12:15 AM

A fines del año pasado asistí a un concierto de la Orquesta Sinfónica de Bolívar en la Unibac. El programa incluía la Quinta Sinfonía de Beethoven y la Obertura 1812 de Tchaikovski, grandes obras para grandes orquestas. Me sorprendió gratamente el nivel que mostraba la agrupación: la música fluía con esa fuerza natural que tienen las buenas interpretaciones, en las que su forma se desvanece en el mismo instante en que se va creando, nutrida de sonidos y silencios, melodías, ritmos, armonías, timbres y texturas que resplandecen en el presente y desde el pasado nutren la trama del futuro, todo en medio de una mezcla de sensaciones y sentimientos que, simplemente, son inefables.

No voy a decir que tocaron perfecto, y ese no es el punto. Lo que sí está claro es que tocaban buscando la perfección, y que esa disposición tenía un responsable particular: el maestro Germán Céspedes, doctor en Música, quien ha sabido encauzar y estimular a tantos jóvenes talentosos que terminarían tocando naderías en bares y plazas si no contaran con motivación, buenos maestros y estímulos.

La música es una profesión muy exigente. Nadie que no la haya vivido imagina lo difícil que es tocar bien un instrumento, sin ser un virtuoso. ¡Hay que ver lo que cuesta tocar una pieza fácil en un violín, por ejemplo! Se requieren a veces horas de estudio y repeticiones, anotaciones de digitación en la partitura, indicaciones de arco, matices, en fin, múltiples esfuerzos que se perderían rápido si se dejara de practicar una vez que la pieza saliera bien. El esfuerzo tiene que ser persistente. Cuatro a seis horas de práctica diaria requiere un músico profesional para que no se deteriore su técnica: es una profesión de tiempo completo y dedicación exclusiva, cuyo producto final es belleza, emoción estética pura para quien sea capaz de apreciarla.

Por eso al músico hay que respetarlo y sobre todo, remunerarlo bien, hacer que le sea posible vivir de su profesión sin necesidad de “rebuscarse” en toques informales. Cualquier trabajo en el que el auditorio no dedique toda la atención a su arte es un menoscabo tremendo para la dignidad de un verdadero músico.

Ha sido un gran acierto la vinculación de Céspedes a Bellas Artes, donde su amable y diligente rectora Sacra Náder le ha brindado la acogida y el respaldo que requiere para continuar su trabajo. Es obligación de la gobernación del departamento seguir respaldando este proyecto. Parece que Cartagena está comenzando a “ganarse” la música: si eso ocurriera en toda Colombia, estoy seguro de que contribuiría a que nos ganáramos la paz.

mmo@costa.net.co

Comentarios ()

 
  NOTICIAS RECOMENDADAS