Columna


La paz nos pone a todos a prueba

SARA MARCELA BOZZI ANDERSON

11 de octubre de 2016 12:00 AM

Poco después del coletazo de Matthew y de “votar en canoa”, me resigné a los resultados electorales que enterraban los acuerdos de La Habana. Desde el 29 de agosto, cuando Santos ordenó “que se silencien los fusiles”, yo pensaba llegada la hora de celebrar. Pero el 2 de octubre, en medio de la lluvia, vino el desencanto. Leí las palabras de mi hija de 36 años, en “El Espectador”, donde decía: “Hace rato no lloraba tanto. Lloré como cuando se muere una persona cercana, con hipo y con levantada en la mitad de la noche para llorar más.

Sobre todo, ayer me cayó el baldado de algo que creía imposible: que los del No fueran más, o que votaran más, que en este caso, dará lo mismo.
Estaba segurísima de que ganaría el Sí por amplia mayoría. Creía que había muchos con miedo de dar el salto a intentar lo único que no hemos intentado en medio siglo de guerra, pero no creí que tantos. A mi alrededor el Sí era amo y rey, había uno que otro indeciso y 2 ó tres por el No. Sabía que en Colombia la desesperanza y la incredulidad política son tales, que la abstención siempre gana, pero pensé que en esta coyuntura la gente sí iba a tener algo que decir masivamente.

Que el Sí ganaba por un 79% me aventuré a apostarle a mi esposo.

Hoy veo solo un consuelo: las circunstancias nos ponen a prueba, con más presión que nunca, y exigen acciones ahí donde los discursos se diluyen, se agotan. La nueva búsqueda de paz que empieza, la del No que fue mayoría, nos probará a todos porque ya no podrá ser tachada como la paz “de Santos” sino de todos, ahora sí, ¿qué estamos dispuestos a hacer por la paz? Pero no Uribe ni Santos, tú y yo.”

En Macondo todo va de la risa al llanto. Como dijera Gabo, “Era como si Dios hubiera resuelto poner a prueba toda capacidad de asombro, y mantuviera a los habitantes de Macondo en un permanente vaivén entre el alborozo y el desencanto, la duda y la revelación, hasta el extremo de que ya nadie podía saber a ciencia cierta donde estaban los límites de la realidad. Era un intrincado frangollo de verdades y espejismos…” (Cien años de Soledad).

Pero el 6 de octubre Colombia amaneció bailando: ¡Qué noticia tan buena! ¡Santos y los colombianos nos ganamos el Nóbel! Merecido galardón para un país en la incertidumbre. Esperemos que construyamos un futuro mejor, incluyente, justo y solidario, donde la paz sea un logro de todos y no de unos pocos. Nuestros hijos nos reclaman una decisión histórica, dejémonos de vainas y refrendemos el acuerdo ¡ya!

*Directora Unicarta

saramarcelabozzi@hotmail.com

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