Columna


La peor epidemia

PEDRO CAVIEDES

13 de septiembre de 2014 12:02 AM

Y ahora el chikungunya. Antes fue el dengue. Pero lo cierto es que no es necesario un mosquito para que las comunidades más pobres sufran en este país. O quizá sí. La presencia de uno solo que es más letal que todos: la corrupción. La corrupción es una epidemia en esta nación. Una epidemia que mantiene a unos viviendo como reyes con la plata ajena, mientras otros se mueren consumidos por la miseria, ante un Estado atracado que no es capaz de entregarles los servicios más básicos. Una epidemia tan común, que muchos que la propagan ocupan altos cargos.

No hay chikungunya ni dengue ni cualquier otra enfermedad que genere una mínima parte de las muertes, daños y estragos que causa la corrupción. No hay peor enemigo de Colombia que ese. No hay crimen que debiera ser perseguido con más fuerza, castigado con más rigor, que ese. Pero aquí decimos palabras como “mermelada” casi en tono jocoso, y toda la tragedia se convierte en una especie de comedia, con la que convivimos como si fuese normal.

Ya que hablamos de mosquitos y enfermedades, se me ocurre que la corrupción en lugar de palabras que connotan algo tan dulce como la mermelada, más bien deberíamos compararla con una solitaria que vegeta en el país, engordándose con sus arcas, mientras la pobre Colombia o Cartagena que la porta, se adelgaza más cada día, pareciéndose a un perro callejero famélico, que husmea entre los desperdicios.

No sé si es que hay un eslabón de la cadena que no juntamos en nuestro razonamiento. Pero me impresiona ver cómo pedimos justicia ante todo tipo de criminales, mientras al mismo tiempo degustamos sin problema un trago con un corrupto. Piénsenlo así: digamos que alguien roba los recursos de la educación y gracias a esto cientos de niños se quedan sin poder ir a un colegio. Digamos que unos diez de esos cien niños, ante la no asistencia al colegio, se pasen los días en las calles, aprendiendo a ganarse la vida con los hampones. ¿Quién sería el primero al que habría que buscar a la hora de repartir las culpas, cuando estos niños cometan su primer crimen? Educación, salud, alimentación, infraestructura, para cada uno habría un ejemplo como el primero, donde la tragedia comienza por los que aceptamos socialmente.

Y mientras todo esto sucede impunemente, parece haber una guerra abierta a los empresarios. El empresario que genera empleo es el acusado de los males del pueblo, mientras los corruptos se pasean por las calles en campaña, abrazados a las masas, que se cargan los pulmones para gritarles a los otros que voten por el candidato que más pesos o licor les dio.

Pero cuando llega el guayabo, la culpa siempre es de su jefe en el trabajo.

PEDRO CAVIEDES
pedrocaviedes@gmail.com
 

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