Columna


¿La plata para qué?

ERICA LUCÍA MARTÍNEZ NÁJERA

06 de junio de 2017 12:00 AM

El viernes Santo, el mundo vallenato, recibió la triste noticia de la muerte de una promesa del género, el gran Martín Elías Díaz.

Un fatal accidente, en la carretera que va de Toluviejo a San Onofre, truncó los sueños del joven artista, heredero de la vena de su padre Diomedes.

La muerte de este muchacho debe suscitar reflexiones ineludibles. La que en mí ha generado, más allá de aquella que recuerda que la vida no es más que un soplo, tiene que ver con el sentido que tiene acumular riquezas personales, si a nuestro alrededor hay una pobreza colectiva, que nos puede arrebatar todo de un tajo.

Me preguntaré siempre qué hubiera pasado, más allá del evidente exceso de velocidad, si esta vía concesionada hubiera estado bien pavimentada, si tuviera doble calzada, o si contara con una ambulancia que garantizara su traslado al hospital correcto, si San Onofre tuviera un hospital de tercer nivel, en fin, qué hubiera pasado, si él no se hubiera demorado más de dos horas en llegar a un lugar en el que le podían brindar una atención adecuada.

La plata que tenía Martín Elías, seguro le permitió comprar pólizas de salud, y un carro de muchos millones con todos los sistemas de seguridad posibles en caso de accidentes, pero no le alcanzó para garantizar su vida, el día en que se enfrentó al pobre Estado que tenemos, ese en el que cobran en las vías 11.700 pesos por circular en medio de huecos, en el que un municipio como San Onofre, de 50.000  habitantes, solo tiene un “hospital” de primer nivel, en el que el dinero de las vías y la salud, se queda en pocas manos.

Si Colombia tuviera un sistema de salud robusto, en el que cada municipio tuviera hospitales con todos los servicios, si tuviera carreteras que contaran con carriles exclusivos para motos, con dobles calzadas de por lo menos tres carriles, quizás, solo quizás, la historia hoy fuera diferente.

Es un deber de cada persona velar para que la riqueza del colectivo sea mucha más que la riqueza individual, pues no sabemos cuándo vamos a necesitar el respaldo de ese Estado al que vemos de manera indiferente sumirse en la pobreza, por la corrupción violenta, que arrebata más vidas que la guerra.

No valen las pólizas, la medicina prepagada, el carro de alta gama, el chofer, el escolta, la plata en el banco, ante un Estado desarticulado que no sabes cuándo vas a necesitar.

Ya lo había dicho Diomedes, en la canción que casualmente más gustaba a Martín, “después de Dios, la salvación está en la medicina”. Una lástima que en esta ocasión no haya sido así.

ericaluciamn@gmail.com

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