Querida Mamá Eva:
Ante todo, felicitaciones para usted y sus colegas de género en el día internacional de la mujer. Copiándome de alguien, le confieso que tiene usted la edad de los sueños de todos los hombres que contaminamos el mundo. Llegué a esa conclusión después de realizar la prueba del carbono 14 del afecto que le tenemos.
Sin faltarle a la coquetería, le cuento que los antropólogos han descubierto su edad gracias a excavaciones hechas cerca de Ciudad del Cabo, Sudádrica: Usted tiene algo así como 117.000 años. Y sus medidas eran 36-37 que nada tienen que ver con el 90-60-90 que deben acreditar las reinas que se extrovierten en la pasarela mundo. Los antropólogos piensan que el 36-37 era el número de la frágil huella plantar que dejó grabada en la arena un día que, bravita con el primer y último amor de su vida se fue de play.
Siempre según los antropólogos, sus encantos cabían entre 1,55 y 1,65 centímetros a la sombra, o sea que estaba más cerca de Natalia París que de Tatiana de los Ríos. De esta forma, en una época que no pagaban ni el mínimo, Adán tenía que gastar poco en cosméticos y casi nada en hojas de parra después del episodio aquel de la tal serpiente.
El resto lo hemos sabido por el Génesis que en una afortunada síntesis dio la noticia más grande que se haya producido jamás: “En el principio hizo Dios el cielo y la tierra”. Leído este lead o párrafo de entrada, se puede ahorrar uno la lectura del resto de la Biblia.
Un poco tarde, déjeme decirle que cuando Adán le dijo a Dios que usted era la culpable de haberlo hecho comer el fruto del árbol prohibido (Gen. 2,12), no tenía mi vocería. Los sapos, con perdón de nuestro primer papá, no son mi fuerte.
Le pido disculpar al primer hombre. Los varones estamos todavía en obra negra. No nos han acabado de hacer. En eso nos parecemos a los celulares. Entenderá que uno con Dios respirándole en la nuca, como le pasó a Adán, no dice nada sensato.
Una inquietud: ¿Lo de ustedes fue amor a primera vista o les tocó decir: uno no se enamora del que quiere sino del que puede? ¿O usted es de las que cree con Dalita, la esposa de Belisario Betancur, que todo nuevo amor siempre es el primer amor?
Mamá Eva: le cuento que me gustaría conocer más detalles sobre la conversación que sostuvo usted con la serpiente que la hizo caer en la tentación (Gen. 3,1). Creo que con el resto de la charla se puede escribir un “best-seller” de esos que escriben los mayordomos que hurgan en la vida íntima de sus expatronos. En dos días estarían vendiéndose en los semáforos sus memorias pirateadas.
oscardominguezg@outlook.com
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