Desde el nacimiento se encuentran encadenados en una cueva, inmovilizados de tal manera que solo pueden mirar la pared del fondo. Detrás de ellos hay un muro, luego un pasillo, una hoguera y, por último, la salida de la cueva. Nunca han salido. Para ellos las criaturas que pasan frente a la hoguera no existen y la realidad y la verdad son las sombras proyectadas sobre la pared. El tiempo y el espacio son las sombras en su reducido campo visual.
Si uno de ellos pudiera salir, la luz exterior lo dejaría deslumbrado al principio, luego se daría cuenta que toda su vida vivió engañado por las falsas imágenes proyectadas en la pared de la cueva. Si regresara a la cueva para contar lo que ha visto, con seguridad lo tomarían por loco, se burlarían de él y le mostrarían que las sombras en la pared son reales y le insistirían tanto que, al final, él terminaría resignándose a creer que la realidad está en la caverna.
Para la filosofía, la realidad parte de la percepción de cada uno. La visión de lo que sucede puede ser falsa y nuestro cerebro puede ser incapaz de reconocer la realidad. Lo real es la esencia de las cosas, mientras la realidad se basa en el exterior.
La realidad no tiene sentido sin un punto de referencia. Nuestra mente proyecta sobre las cosas los conceptos que de ellas tenemos y con eso creamos la realidad.
En el día a día, ¿la vida es realidad o fantasía?
Hace un año largo El Universal lanzó una hermosa campaña motivacional para mostrarnos las razones por las cuales Cartagena es lo máximo. Y sí, es cierto, hay tantas cosas para pensar así. Sin embargo, como en el mito de la caverna de Platón, las sombras del día a día nos hacen pensar todo lo contrario.
En nuestros dirigentes debería existir gran preocupación por la percepción que tienen los cartageneros de sí mismos y de su ciudad. En autoestima nos rajamos. Y lo peor es que la calificación la pusimos todos.
Hace poco se presentó la Encuesta de Percepción Ciudadana 2016 de Cartagena Cómo Vamos (CCV). Según los cartageneros, los ocho aspectos en los cuales se rajó la ciudad, son: orgullo, seguridad, movilidad, oferta cultural, espacio público, imagen del alcalde, salud y servicio de energía. Pero lo peor es que el orgullo de los cartageneros por su ciudad llegó al punto más bajo desde cuando se hace tal encuesta, solo el 55% se siente orgulloso.
El porcentaje de favorabilidad del alcalde fue del 30%. Pero el alcalde tiene razón, al final lo importante será la encuesta cuando se vaya del cargo, dentro de tres años. El alcalde espera que este será el año de las ejecutorias y que para el 2019 su favorabilidad será muy diferente si logra concretar los macroproyectos pendientes.
Es función de todos mejorar esos ocho aspectos para que cambie nuestra percepción pues como dijo el sabio “la realidad es una mera ilusión, aunque una muy persistente”.
*Profesor Universidad de Cartagena
crdc2001@gmail.com
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