Columna


La reforma

CARMELO DUEÑAS CASTELL

05 de junio de 2013 12:00 AM

CARMELO DUEÑAS CASTELL

05 de junio de 2013 12:00 AM

El proyecto de reforma a la salud hace pensar en La Reforma, movimiento que pretendía cambiar las costumbres religiosas.
El negocio de perdonar pecados fue uno de los principales motivos de la reforma de Martín Lutero. En las “95 tesis” de Wittenberg, Lutero afirmó que sólo Dios puede justificar a los pecadores y combatía las indulgencias por las almas en el purgatorio (Tesis 8-29) al igual que aquellas en favor de los vivos (tesis 30-68). Luego surgió la contrarreforma, un intento católico por renovarse y combatir el cisma. Pasaron décadas y siglos para cambiar las prácticas religiosas, tanto en la Iglesia Católica como en las otras. Muchos cambios no vinieron del poder central, sino de las parroquias, sacerdotes y pastores, en contacto con sus feligreses.
La ley 100 decía que la relación médico paciente se basaría en 6 aspectos: libertad de elección, idoneidad, diálogo, empatía, continuidad y no ser influida por aspectos económicos. Letra muerta, pienso yo, al escuchar la magnífica conferencia del doctor Helí Hernández en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cartagena. Nada más lejano a la realidad que esos 6 aspectos.
Para el paciente no hay libertad de elegir ni oportunidad en la atención. Para el médico no hay facilidades en la formación ni estímulo por ser idóneo. Para ambos, el sistema no da tiempo para el diálogo, la empatía y continuidad en el manejo. Todos sabemos que la razón, origen, medio y fin del sistema es el dinero. A partir de la Ley 100 la salud se convirtió en negocio.
La atención médica, como bien dice Mario Mendoza, es diferente de cualquier servicio que se compra o se vende (1).
Hoy nos dicen que se requieren dos leyes de un Congreso cuestionado para reformar la Ley 100 y acabar con el caos en la salud.
La ley Estatutaria es un marco general que, en concreto, dice que la salud es un derecho fundamental, responsabilidad absoluta del Estado, sin intermediación y que debe garantizar la salud individual y colectiva de los colombianos.
La Ley Ordinaria pretende regular el día a día de la atención en salud, pero hay puntos contradictorios con la Estatutaria. Uno de ellos: los recursos, al salir de Salud Mía, pasan a ser privados, dejan de ser públicos.
Se espera que ambas leyes se aprueben este año. Tengo dudas sobre que una o dos leyes, por muy buenas que sean, cambien comportamientos y costumbres convertidas en norma en 20 años. Tengo para mí que, el cambio no lo hace una ley. Como la reforma religiosa, la solución debe venir de quienes hacen parte del problema, médicos y pacientes.
Desde la academia y la amplia discusión de los actores del sistema, seguramente lograremos mejores resultados que esperando que, mágicamente, una ley cambie todo.
(1). http://www.actamedicacolombiana.com/cont.php?id=88&id2=835

*Profesor Universidad de Cartagena

crdc2001@gmail.com

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