Columna


La rosa amarilla del prestigitador

LIDIA CORCIONE CRESCINI

08 de marzo de 2016 12:00 AM

Soy una de tantos seguidores de Gabo por su versatilidad e ingenio. Es por eso que siempre ha sido gratificante para mi vida devorarme cada palabra plasmada en su magnánima obra. Hoy hablaré con admiración y respeto de otro escritor que nos ha hecho pintar los silencios y las noches oscuras con la algarabía de sus palabras que susurran, empecinadas en proponernos nuevos paisajes coloridos. Él es Gustavo Tatis Guerra, gestor cultural, escritor, cronista, poeta y pintor. Un hombre sencillo y sin pretensiones, simplemente un ser al que la vida le ha ido revelando un caudal de sensibilidades que se fueron vistiendo con los sonidos de los pájaros, el crujir de las hojas y las figuras en origami que su padre le enseñaba, todo esto fue poblando sus bosques, los que sigilosamente rellenó de metáforas, que lo hicieron estremecer, como el eco de la brisa que prodiga la lluvia calmando el estío.
No ha existido ninguna ocasión en nuestros encuentros en que Tatis no hable de Gabo. Sus ojos brillan intensamente cada vez que trae un recuerdo preciso y nítido a la conversación. En ocasiones pensé, por la forma tan visceral como me contaba sus anécdotas vividas con el escritor, su amigo y confidente en ese diario existir de los momentos compartidos, que era exagerada su devoción hacia Gabo. Y es ahora, después de haberme leído su último libro donde nos regala un viaje íntimo con Gabo, que entiendo los desvelos de Tatis. Escribir sobre un Nobel de literatura es arriesgado, además, requiere de minucia, sutileza y cuidado. Tatis siempre lo llamó maestro, porque en verdad lo fue, un maestro de la palabra y aunque tímido como el mismo Gabo decía que lo era, fue un prestidigitador que hizo trucos para refugiarse en la literatura.
Con la ilusión de un niño estrenando juguete nuevo, Tatis Guerra ve realizado su deseo en el que noche tras noche trabajó hasta la madrugada para profundizar en el Gabo humano y no en el endiosado, aquel hombre con una gracia personal y de gran imaginación. En las ciento setenta y cinco páginas escritas por Tatis, del mejor prestidigitador del mundo, descubrimos detalles finos a medida que nos adentramos en sus páginas, es como una creciente de imágenes desconocidas de Gabo que terminan haciéndonos parte de esos sucesos en los que Tatis pincela las confesiones, manejando las palabras con un goce que se empieza a sentir despacito en estas crónicas que navegan de un lado a otro y después, traspasan la primavera en esos años de ida y vuelta nutridos de citas que le imprimen su sello propio, en este nuevo paisaje que nos propone en su libro, La rosa amarilla del prestidigitador. Este libro será un éxito rotundo. Lo recomiendo.
*Escritora

LIDIA CORCIONE*
licorcione@gmail.com

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