Columna


La segunda oportunidad

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

28 de mayo de 2014 12:02 AM

Colombia hoy tiene un olor muy parecido a la mierda. Le hieden las calles, le apestan las banderas. Hoy, como tantas veces en muchos años de guerra, un olor a podrido se levantó de las urnas, de las casas, de los bares y discotecas, de las universidades públicas y privadas, de la misma cama en donde dormimos. Todo se debe a que se nos ha muerto la conciencia, la tenemos muerta en la cabeza desde hace siglos: por eso nos huele mal, porque ya está descompuesta, porque es un cadáver sin sepultura que se encuentra perdido entre los trastos de la memoria.

El hecho de que Óscar Iván Zuluaga haya ganado la primera vuelta sólo puede significar una cosa: este país está más jodido de lo que aparenta. No contaron las chuzadas, ni el proceso de paz, ni el terrible pasado político de Uribe, lleno de irregularidades y de violencia. Para nada sirvió Clara López, que fue la mejor en los debates, y mucho menos los videos que la revista Semana subió de Zuluaga con el hacker, en donde se discutían asuntos de interceptaciones ilegales a la inteligencia militar y estrategias electorales propias de una “campaña sucia”.

El mundo nos recordará como una nación masoquista que elige a sus gobernantes más atroces para que le complazcan haciéndole daño. Entre esos masoquistas están los que votaron por Zuluaga, los que cegados por el discursito bobo del castrochavismo prefirieron la guerra. También están los que ni siquiera se molestaron en ir a las urnas: esos son los peores. Es curioso, este es un país donde la gente se queja tanto y también donde la gente no vota. Nos hemos convertido en personas que callan y otorgan, en seres resignados y sin criterio político.

Ya lo dijo Sartre, la democracia es para gente responsable, y en Colombia sencillamente no hay democracia porque está poblada por irresponsables que desperdician el poder que tienen como votantes.

Para la segunda vuelta voy a votar por Santos, y no porque esté de acuerdo con su gobierno (porque no lo estoy), sino porque él no es Zuluaga. Los dos se parecen mucho, claro que sí. Pero es que Zuluaga se parece más a Uribe que a sí mismo, y eso me preocupa. Ya el daño nos lo hicimos cuando no ganó Clara López o cuando no ganó el voto en blanco. Ahora que sólo nos quedan estos dos personajes prefiero a Santos que ha elegido la paz y no a Zuluaga que optó por el “fuego purificador” de la violencia.

Las familias condenadas a cien años de soledad no tendrán nunca una segunda oportunidad sobre la tierra. No dejemos que un país condenado a más de cincuenta años de guerra tampoco la tenga.

*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena

@orlandojoseoa
orolaco@hotmail.com

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