Columna


La sonata del blindaje

CARLOS VILLALBA BUSTILLO

02 de noviembre de 2014 12:02 AM

El término “blindaje” adquirió connotación en el vocabulario de los economistas, en especial de nuestros ministros de Hacienda. Cada vez que el alcabalero de turno se refiere a su gestión ministerial dice que la economía está blindada y que no habrá crisis, global o doméstica, que la ponga a tambalear. Este año el estribillo se acentuó porque Colombia es el país que más crece en América Latina, el quinto que más crece en el mundo y uno de los que más bajo índice de inflación arroja en la cancha de las cifras.

De modo que un primer puesto continental y un quinto mundial hacen que el doctor Mauricio Cárdenas no sea la excepción a la hora de sacar pecho. Poco antes de que nos sorprendiera con la reforma tributaria de los 12,5 billones de pesos, y de que se aprobara el presupuesto donde se utilizó la proyección de los 98 dólares el barril de petróleo para 2015, repitió la palabreja “blindada”, pero estaba atorado con los estragos de la mermelada y el descenso de la demanda de crudos en la China y los Estados Unidos. Fue cuando sacó de la manga las cartas del cuatro por mil y el impuesto al patrimonio.

Por eso, y no por obstinado, fue por lo que nunca pensó en la recomposición estructural de la legislación tributaria: tenía mañungadas las planchas del blindaje. Corta es la mentira y se deja coger enseguida. Sin embargo, el doctor Roberto Junguito dice que Cárdenas es un ministro excelente.

Yo veo normal el desfase de Cárdenas con lo que tiene entre manos. Lo que le pasó con Dragacol siendo ministro de Transporte es un antecedente de feria exposición. Recordémoslo: creyó que había suscrito un acuerdo ventajoso para el Estado y resultó exactamente lo contrario, sin consecuencias para su reputación y su carrera. Lo salvó la figura del peculado culposo y pagó su error cumpliendo tres penas alternativas como jefe de Planeación, ministro de Minas y de Hacienda.

Ahora, por consiguiente, lo desespera un fisco exhausto. El incidente con Panamá fue fruto de esa desesperación que presiona al colombiano con gravámenes y mima al extranjero con exenciones. Por consiguiente, el blindaje es música para los oídos ajenos y micción para los pantalones propios. Sonata en público e incontinencia en privado, pues la política degeneró en un reguero de carruseles con los dineros oficiales.

Si ya se está pensando en que el país se endeude para refinanciar deuda y no para invertir blindados contra las debacles económicas, terminaremos en que, para proteger a las empresas, nos apretarán las tuercas a quienes vivimos de las rentas de trabajo y las jubilaciones. Para ese fin, somos un objetivo tributario más apetecido que el doctor Sarmiento Angulo.

*Columnista

MALECÓN
CARLOS VILLALBA BUSTILLO*
crvibus@yahoo.es

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