Columna


La última navidad

CARMELO DUEÑAS CASTELL

09 de enero de 2013 12:00 AM

CARMELO DUEÑAS CASTELL

09 de enero de 2013 12:00 AM

Está claro que la infancia es una época de dependencia, necesidad y fragilidad. Una fragilidad que obliga a depender de otros para suplir las necesidades fundamentales, incluso respirar y vivir.
En Colombia fallecen diariamente 3 a 5 menores por causas violentas. Los principales causantes somos los adultos. Además, más de 14 mil menores han muerto en el conflicto armado que desangra a nuestro país y alrededor de 6 mil niños están reclutados por las FARC y el ELN.
En diciembre, y lo que va corrido de enero, aumentó la morbimortalidad infantil. Hubo violaciones, delitos sexuales, balas perdidas, ahogamientos, quemaduras y accidentes por descuido de padres o cuidadores primarios.
En Bogotá se ha decretado el toque de queda para menores en ocasiones como el 31 de octubre y el 7 de diciembre. No sé si estas medidas redujeron la morbimortalidad infantil. Lo cierto fue que cientos de menores durmieron en estaciones de policía en espera de ser reclamados por sus padres. Además, se redujo la criminalidad. ¿Esto último querrá decir que son los menores la causa y no la consecuencia del problema?
Ahora, tras las múltiples muertes de niños en diciembre y comienzos de enero, ¿se incrementará el toque de queda para menores; para protegerlos a ellos?, o ¿para protegernos de ellos? Esta medida, coercitiva, no va a la raíz del problema. Más aún, esta medida no tiene en cuenta algunas estadísticas: 85% de los abusadores sexuales y 90% de quienes maltratan son familiares. Además, 70% de los delitos se cometen en la casa del menor.
Ustedes han leído el cuento del Flautista de Hamelin. Los habitantes de ese poblado alemán, hastiados de las ratas contrataron a un flautista, quien con su música guió a las ratas al río Weser, donde perecieron ahogadas. El Concejo de la ciudad no pagó lo ofrecido. En represalia, el músico tocó una melodía y todos los niños del pueblo se fueron tras él y desaparecieron. El cuento se basa en una leyenda y esta, en un hecho verídico ocurrido el 26 de junio de 1284, cuando muchos niños desaparecieron. Hay varias hipótesis, una de ellas afirma que los niños fueron reclutados para una campaña militar, algo similar a lo que hacen los subversivos en nuestro país. Otros dicen que los escondieron para protegerlos o proteger a la comunidad de una peste infantil. Algo así nos puede pasar, ¿tocará que el Estado los esconda hasta que crezcan para protegernos de ellos? o ¿para protegerlos de la sociedad?
Ustedes han visto como nos hemos vuelto, lejos quedó aquella idealista frase de “prohibido prohibir”. La solución a los problemas es prohibirlos. Soluciones temporales a problemas de fondo. Soluciones que obligan a incrementar los órganos policivo, judicial y carcelario, de por sí insuficientes e incapaces. La solución puede ser más compleja y demorada, pero probablemente efectiva y eficaz, educación y presión social.
Si a todos los problemas la solución es prohibir, pronto nos tocará suspender las festividades de fin de año. De seguir así, y vean que se los advierto desde ahora, puede que las pasadas sean las últimas navidades. Si no las prohíbe el Estado, de pronto, nuestra violencia desbordada puede llevar a que, por prohibición de su padre, el niño Dios no venga más a Colombia.

*Profesor Universidad de Cartagena

crdc2001@gmail.com

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