Columna


La víspera de año nuevo

ALBERTO ABELLO VIVES

22 de diciembre de 2012 12:00 AM

ALBERTO ABELLO VIVES

22 de diciembre de 2012 12:00 AM

Desde la noche del 7 y el amanecer del 8 de diciembre, esa noche de velitas para la Inmaculada aquí o la Purísima más allá, en medio de música y faroles se anuncia el año nuevo. Llega el cielo azul, las brisas espantan la humedad y el brillo solar despeja el horizonte. Por las carreteras aparecen los “añoviejos”, muñecos hechos con ropa vieja y rellenos de trapos, aserrín y pólvora que serán quemados a las 12 de la noche del 31.
Ante la crítica a las quemas, potencialmente peligrosas, surgen iniciativas para garantizar esta tradición latinoamericana; aparecen tanto un mercado de muñecos debidamente empacados como propuestas para hacerlos digitales; éstos se rellenan con lo que se quisiera quemar y el clic del ratón hace lo demás.
Al pensar en el relleno de un muñeco digital y en lo que se podría “quemar” este 31, habría que incluir la ambición desmedida de quien teniendo la simpatía popular por su oficio quiso pasar a otro campo y convertirse en gobernante; el descaro de una familia al aferrarse al poder ocultando el estado de salud de su cabeza; el asalto al presupuesto de la ciudad por casas políticas y burócratas de paso temporal por la administración pública; la osadía de renovar los contratos de basuras antes de vencerse sin siquiera evaluar el pésimo servicio ofrecido; la reversa en la comprensión y gestión de las Fiestas de Independencia; los remiendos, demoras y desbalances del Transcaribe y las ganas de quienes manipulan su gestión para quedarse con su operación. No podrán faltar el desorden que no arreglan los agentes del orden y la preocupación de los turistas cuando llegan a una ciudad plagada de policías.
Se pueden “quemar” también las fobias contra la diversidad, el acoso en sus distintas modalidades, la mediocridad y el resentimiento. Serían parte del relleno al muñeco porque son capaces de destruir lo construido, maltratar a sus iguales y amenazar si sus órdenes no son cumplidas. Habría que “quemar” las obsesiones de los que, en un cuarto de hora, el poder se les sube a la cabeza, los reclinatorios donde se arrodillan ante los poderosos quienes pisan a los débiles y las peroratas de los engreídos con las que ocultan su ignorancia.
El año viejo sería vestido con el disfraz de gobernante del locutor o de profesor de un militar frustrado. Al fin y al cabo estos vestidos serán pasajeros. De ellos nada quedará cuando se haga el clic en el computador y se prenda la fiesta para despedir al año viejo “entre pitos y matracas, entre música y sonrisas” y la vieja grabación de la Billos Caracas Boys.
Llega un año más que seguramente no traerá esa vida nueva anunciada en la canción, pero por lo menos –si todavía hoy sábado 22 el mundo no se ha acabado y se puede leer esta columna- los especuladores de las falsas profecías cambiarán de tema. Dejarán tranquilos a los mayas y se inventarán otro cataclismo.
Mientras llega el nuevo año y se “quema el añoviejo” se cantará por todas partes aquella que dice “yo no olvido el año viejo, porque me ha dejado cosas muy buenas, me dejó una chiva, una burra negra, una yegua blanca y una buena suegra”.

*Desempleado

albertoabellovives@gmail.com

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