Columna


La viveza

PEDRO CAVIEDES

08 de marzo de 2014 12:02 AM

¿Alguno de los lectores de esta columna vendería la vida de su hijo? Estoy seguro de que la respuesta de todos es no. Sin embargo, si pregunto si alguno de los lectores de esta columna vendería su voto (si es que ya no lo vendió) estoy seguro de que la respuesta no sería tan contundente. Pero al vender su voto usted puede estar vendiendo la vida de su hijo. ¿No me cree? ¿Por qué piensa que nuestro sistema de salud está en ruinas? ¿Dónde se imagina que está gran parte del dinero de los recursos de la salud? Cuando usted va por la ciudad desesperado o desesperada en busca de una urgencia seria y eficaz, en la que no le devuelvan a su casa un hijo con dengue o no le toque esperar seis horas para que atiendan a su padre con un preinfarto; una urgencia dotada con profesionales competentes y equipos capaces de salvar vidas; y lo que se encuentra es un puesto de salud a punto de colapsar, ¿en el bolsillo de quién cree que quedó el dinero para construir esa urgencia? Si no lo sabe yo se lo digo: de los corruptos.

Está aburrido de los políticos, no soporta más el robo, las mentiras, el descaro, pues entonces, ¿qué hace vendiendo su voto? Si la persona que todavía no ha sido elegida le muestra que está dispuesta a saltarse todas las reglas para serlo, ¿qué lo hace pensar que ya electo no se las saltará? Es como si a un ladrón le pagara veinte, cien o doscientos mil pesos en el día, para que usted en la noche le deje la puerta de su casa abierta y así él pueda entrar a robar.

Pero no solo es la vida de su hijo la vendida. Vende su educación, y por ende su futuro. Vende su salud. Vende su seguridad. No solo la de sus hijos, la suya también. Y también vende unas cuantas horas más que podría disfrutar con ellos en su hogar, o con su esposa o esposo, o descansando en su cama, y hasta viendo el televisor que se compró para navidad, porque los recursos para ese sistema de transporte que acabaría en gran parte con los trancones que lo mantienen por horas y horas en un bus, ¿en manos de quién cree que están?

La democracia no la tenemos garantizada. Para darnos cuenta solo bastan las noticias de nuestra vecina Venezuela. Allí, esas protestas que ha habido en Cartagena estas últimas semanas, la de los taxistas, la de los vendedores ambulantes, habrían sido reprimidas sangrientamente por la policía, y habrían sido borradas sin pudor de las noticias, amenazando a directores y periodistas con la cárcel, amenazando con clausurarlos.

Yo también estoy aburrido de los corruptos de siempre. Pero creo que nuestra democracia puede progresar en lugar de retroceder. Y para lograrlo, comienzo por decirles a todos esos corruptos de siempre que mi voto es tan sagrado como mi libertad, y que el futuro de mis hijos no tiene precio.
Váyanse con su ‘viveza’ a arruinar a otros.
*Periodista

pedrocaviedes@gmail.com

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