Columna


Las fronteras

CARMELO DUEÑAS CASTELL

23 de septiembre de 2015 12:00 AM

Un 23 de septiembre de 1122, mediante el Concordato de Worms, se puso final a la Querella de las Investiduras entre el emperador alemán Enrique V y el papa Calixto II. Así se pusieron límites y fronteras entre iglesia y estado. La frontera es un límite, a veces imaginario, entre naciones, culturas o ideologías. El estado ejerce la soberanía adentro y debería garantizar el respeto del vecino. Se han usado montañas, valles o ríos como fronteras. En ocasiones se han creado muros, vallas o murallas. Hace más de 1.800 años, para limitar la frontera norte del imperio, en Britania, los romanos construyeron el muro de Adriano. Hoy es patrimonio de la humanidad.

En Europa, durante siglos, guerras y ambiciones hicieron volubles los límites. Las actuales fronteras fueron trazadas con sangre hace menos de 200 años. Algunas separaron familias y culturas milenarias generando las grandes guerras del siglo XX. En América las fronteras han cambiado por conflictos fratricidas y al vaivén de las veleidades de la potencia del norte. Nuestra propia frontera se ha visto menguada varias veces por ambiciones externas y desidia e ineptitud internas.

Las fronteras de África y Asia fueron creadas en estos cien años al antojo de europeos y norteamericanos para mantener su dominio y/o repartirse recursos petroleros y mineros. Arbitrariamente separaron tribus ancestrales en dos países y unieron enemigos milenarios en uno solo. Asiáticos y africanos pagaron las consecuencias. Con la caída del muro de Berlín, muchos ilusos creímos que se acabarían las fronteras ideológicas. La injusticia y falta de solidaridad iniciales y luego la desorganización europea no han permitido controlar las riadas de africanos que buscan utópicamente un sueño tras esas fronteras mortales.

Quien tiene el poder crea muros y fronteras ignorando que la historia demostró hasta la saciedad que tarde o temprano la muralla caerá o, peor aún, mutará de barreras de defensa a muros de cárcel.

Trazar fronteras del yo físico parecería fácil. Sin embargo, la sociedad vulnera al individuo al violar su autonomía mientras el individuo irrespeta los límites sociales. Antes la frontera individual era nuestro cuerpo. Hoy, intangibles como Instagram, Facebook, correo electrónico, Twitter, etc., hacen imposible establecer nuestros límites. No soy futurólogo pero la concentración de poder, las transnacionales y la tecnología harán inservibles conceptos como nación y fronteras cuando la soberanía y el poder lo ejercerán otros.

Trazar límites con cuestiones abstractas como conciencia, moral y creencias es más difícil. Allí las fronteras son etéreas, especialmente cuando de vecino tenemos a un obtuso inmaduro y en el país del dinero hay quienes votarían por un racista y retrogrado fronterizo.

crdc2001@gmail.com

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