Cuando leo la prensa o asisto a eventos de discusión, creo estar oyendo los mismos diagnósticos y propuestas de siempre. Con frecuencia escucho que la agroindustria es el futuro de Colombia, que las zonas francas son un motor de desarrollo regional, que se requiere una reforma tributaria integral, que los TLC han afectado negativamente la economía nacional, que se necesita una visión estratégica de largo plazo o que la educación debe ser la prioridad del país. Cometemos el error de caer en lugares comunes, sin verificar si son ciertos y sin analizar por qué no se implementan algunas de las estrategias propuestas.
La zona franca es una antigua estrategia de desarrollo para promover ciertas regiones. Sin embargo, algunos estudios muestran que los gobiernos con demasiada frecuencia las ven como una tarea fácil: anuncian su creación con bombos y platillos, destinan un terreno, ofrecen exenciones de impuestos y creen que está superado el problema de carencia de industrias. Muchas veces las zonas francas terminan siendo áreas para empresarios que lo único que quieren es tomar ventaja del beneficio tributario instalando maquilas que no se articulan con el resto de la economía. En otros casos pueden terminan siendo fachadas para lavar dinero o contrabando.
Los planes estratégicos de largo plazo siempre son mencionados como una herramienta necesaria para el desarrollo. El país está lleno de planes de desarrollo con visiones estratégicas en los distintos niveles de gobierno: nacional, departamental y municipal. Estamos llenos de planes que no se realizan por problemas de implementación. Por ejemplo, contando el que está en discusión, Transcaribe es parte de tres planes nacionales de desarrollo y aun así sigue en construcción. Recientemente escuche una frase muy pertinente: visión sin ejecución es alucinación.
Muchos sectores continúan culpando de nuestros males a la apertura y los tratados de libre comercio. La realidad muestra que Colombia sigue siendo un país con una economía muy cerrada. Tenemos una protección efectiva tan alta como hace 30 años atrás. Las importaciones aumentaron en valor pero en relación al tamaño de la economía siguen estables. Como consecuencia, el valor de los productos industriales colombianos termina siendo el doble de los observados en los mercados internacionales.
El país merece repensar nuestro desarrollo y salir de los argumentos tradicionales. Debemos asumir nuestra realidad y plantear las cosas posibles, ejecutables y alcanzables. No caigamos más en las propuestas de siempre y busquemos soluciones reales y factibles.
jbonetmo@banrep.gov.co
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