Columna


Lecciones de una cátedra

PADRE RAFAEL CASTILLO TORRES

03 de septiembre de 2017 12:00 AM

Dentro de ocho días, el papa Francisco llega a Cartagena en su vista pastoral a nuestra nación colombiana. Y lo hace en momentos de mucha incertidumbre para todos. El país siente un vacío muy grande. También la ciudad. Por aquí “anochece rápidamente” y también en muchos de nuestros corazones. Al parecer perdimos el horizonte, estamos polarizados y traumatizados y sin capacidad de respuesta. Es mucha la decepción al ver que “el agua limpia que un día bajó por las regaderas de la Corte Suprema de Justicia y del Palacio de la Aduana” ahora viene sucia. Todos preferimos encerrarnos en nuestro propio mundo y cuando la gente se atranca, difícilmente sale hacia el otro y se apaga aquella chispa que enciende la cultura del encuentro. Con tantos escándalos juntos, y de quienes menos los esperábamos, nos paraliza el miedo y nos ponemos a la defensiva. El señor embajador, Guillermo León Escobar, no sin razón, dijo durante la Cátedra: “el miedo nos junta…pero no nos une”. Hoy, son corrientes la hostilidad y el rechazo. Una comunidad escondida en su propio miedo no infunde coraje ni da esperanzas. Fueron lecciones que me dejó la Cátedra en la Catedral.

Francisco llega como la buena nueva de Dios para nosotros. Llega a rescatarnos. Estará en medio de nosotros. Lo veremos de cerca y lo escucharemos con el corazón. Nos ayudará a pasar del miedo a la paz, de la oscuridad a la alegría y del estar encerrados a reunirnos para celebrar juntos la vida.

Francisco sabe de qué estamos hechos nosotros. Sabe de nuestras fragilidades y de nuestra fe, pequeña y vacilante. Sabe que necesitamos de la fuerza del Espíritu de Jesús y por eso viene a alentarnos. Él es Pedro, en medio de nosotros, renovando la misión que un día el mismo Jesús le encomendó: confirmarnos en la fe, llenarnos de esperanza, liberarnos de los miedos que nos paralizan, romper los esquemas aburridos en los que nos encerramos, abrir las puertas que un día cerramos y aliviar el sufrimiento de un “cáncer que parece incurable”, haciendo el camino de la honestidad.

Francisco viene a reavivar nuestra confianza en Jesús. Quiere hacer con nosotros una movilización que nos permita colocarlo a Él como el centro de nuestras vidas para enfrentar al “cor-ruptus”; quiere que concentremos nuestras fuerzas en oír, con mucha atención, lo que su Espíritu nos dice en el hoy de nuestra Nación: “La paz de Colombia no llegará solo con un ‘alto al fuego’, o con un ‘acuerdo firmado’, tampoco será el fruto de los debates del Congreso o de poner más fuerza pública en las calles”. La paz la construirán quienes, sin dejarse dominar por la idolatría del dinero, y haciéndose incorruptibles, se esforzarán, hoy y siempre, y los días necesarios, por crear una convivencia más justa y fraterna. ¡Bienvenido Francisco!
 


 

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