La matanza de 20 niños y 6 profesores en una escuela de Connecticut revivió el debate sobre la venta de armas en Estados Unidos. Es el país del mundo donde es más fácil comprar armas legalmente, y hasta en el supermercado se compra un rifle de asalto y las municiones se encargan por Internet. La cadena Walmart es el mayor vendedor de armas en EE.UU., y las ofrece en la mitad de sus 4.000 locales. Y en total hay cerca de 132.000 vendedores autorizados.
A pesar del incremento de las matanzas y de que en 2012 hubo tres veces más víctimas que en 2011, desde la presidencia de Bush hijo se debilitaron los controles.
Las razones son políticas. El poderoso lobby de la National Rifle Association (NRA) gasta millones de dólares en cada campaña electoral para tumbar congresistas partidarios del control. En las elecciones de 1994, después de que Bill Clinton logró aprobar una ley restringiendo las ventas, 20 congresistas demócratas perdieron su curul por los ataques de la NRA.
También la derrota de Al Gore en las elecciones del 2000, además del fraude de los Bush en Florida, se atribuye en parte al rechazo de la NRA a sus propuestas de control a las armas. Con esos antecedentes, en las últimas década ningún político gringo se ha arriesgado a meterse con el tema; ni siquiera Obama en su primera presidencia tomó ninguna medida al respecto.
La NRA no solo tiene el multimillonario soporte de los fabricantes de armas, sino que además cuenta con un amplio respaldo popular, pues los gringos tienen un amor enfermizo por las armas de fuego. El 47% de las personas dicen poseer al menos un arma en su hogar, de manera que hay 310 millones en circulación, incluyendo 110 millones de rifles.
Es tal el fanatismo, que después de la matanza de Connecticut se dispararon (valga la expresión) las ventas de armas y municiones, y la propuesta de la NRA para evitar que se repitan esas masacres fue vender más pistolas y fusiles para los profesores y los vigilantes de las escuelas.
Son varias las explicaciones que se han dado a esta cultura de vaqueros del lejano oeste e idolatría de la pólvora. Una de las más lúcidas viene de la literatura. El gran escritor Jonathan Franzen, en su magistral novela “Libertad”, donde retrata la realidad del sueño americano, la explica así:
“Todo gira en torno al problema de las libertades personales. La gente vino a este país por el dinero y la libertad. Si no tienes dinero te aferras aún más furiosamente a tus libertades. Aunque fumar te mate, aunque no puedas dar de comer a tus hijos, aunque a tus hijos los mate un loco con un fusil de asalto. Puedes ser pobre, pero lo único que nadie te puede quitar es la libertad de joderte la vida como te dé la gana. Esa es la conclusión a la que llegó Bill Clinton: que no podemos ganar elecciones actuando contra las libertades personales. Y menos contra las armas, si a eso vamos.”
Las consecuencias de este libertinaje no son solo para EE.UU. La mayoría de los asesinados con las armas vendidas allí están en Latinoamérica. Pero eso es tema para otra columna.
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