Columna


Libertad y voto preferente

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO

17 de marzo de 2014 12:02 AM

Un sistema electoral genuinamente democrático no debería dar lugar a procedimientos o modalidades de sufragio que, por muy complejos o difíciles de entender, dieran lugar a la confusión de los votantes, pues en la medida en que éstos no puedan expresar de manera expedita su real voluntad frente a las distintas opciones que se les ofrecen, sufren detrimento en el ejercicio de su libertad política.

Por ello, es indispensable que el Estado colombiano adopte con prontitud medidas orientadas a revisar la manera como se desarrollan entre nosotros los comicios, y procurar que los trámites y procesos sean sencillos y directos, de modo que la decisión del elector se vea reflejada en su voto sin mayores complicaciones.

Hace algunos años -cuando se diseñó la tarjeta electoral para permitir que los ciudadanos pudieran sufragar para integrar las corporaciones públicas dentro del sistema de voto preferente (Acto Legislativo 1 de 2003)-, quien esto escribe alertó en vano a la Registraduría  Nacional del Estado Civil acerca de la necesidad de dar cumplimiento estricto a la norma constitucional que contempló ese mecanismo. Es el artículo 263-A de la Carta, a cuyo tenor, en caso de que el partido o movimiento político haya optado por el voto preferente,  “…el elector podrá señalar el candidato de su preferencia entre los nombres de la lista que aparezcan en la tarjeta electoral”.

Subrayé entonces -y vuelvo a hacerlo ahora- que el texto en referencia exigió con razón que fueran los nombres de los candidatos los que aparecieran en la tarjeta, pues los números que hoy se siguen usando causarían -como en efecto han causado- una gran confusión entre los ciudadanos.

Sostuve además  que el diseño  según el cual la tarjeta solamente presenta los logos de los partidos y unos números  -elementos  que debe memorizar el votante para marcar logo y número y así poder señalar quién es su candidato preferido-,  era un diseño inconstitucional, en cuanto nombre no es lo mismo que número.

En ese momento afirmó la Registraduría que si en la tarjeta se incluyeran los nombres de los aspirantes, aquéllas serían unas sábanas enormes, imposibles de manejar; que los números representaban e identificaban a los individuos  y que por  tanto  todo se solucionaba entregando a los votantes una cartilla con los nombres, fotografías y los correspondientes números de los candidatos.

¿Cuál ha sido el resultado? Lo acabamos de ver una vez más en las elecciones del  9 de marzo: una confusión inmensa y muchos votos nulos. Aun tratándose de personas atentas y de buena memoria, se vieron en dificultades al momento de sufragar.

Ese es un estado de cosas inaceptable en una genuina democracia.  

jgh_asist@hotmail.com

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