Columna


Lo justo

MIGUEL YANCES PEÑA

25 de septiembre de 2017 12:00 AM

Lo justo tiene que ver más con un sentir que con leyes, premios y castigos. Lo hemos dicho antes, las leyes no hacen más que interpretar y tratar de codificar ese sentir. “Injusta es, pero es la ley”, dice el refrán que pone -erróneamente- a esta por encima del principio moral.

Todos, sin ser eruditos, sabemos detectar lo injusto, y no hay nada que despierte más enojo que la injusticia; despierta solidaridad con quien la sufre, y a veces acciones de hecho de grupos enteros de la sociedad. De ahí la importancia de ser justo en todos nuestros actos (en la familia y fuera de ella); y la de las autoridades de evitar acciones, omisiones, o sanciones que los gobernados perciban como injustas. Las historietas que leíamos de joven con mucho interés narraban sin excepción, cómo los héroes luchaban por la justicia y contra la maldad. No conozco un solo libro o película, en la que el mal triunfe sobre el bien; la injusticia sobre la justicia; y si existiera, el rechazo, estoy seguro, sería general. Eso nos demuestra qué tan puro y arraigado está en nuestra humanidad el concepto de lo justo. 

Es un concepto sumamente complejo que se mueve entre la igualdad objetiva, hasta las consideraciones humanas que marcan diferencias. En otras palabras, aunque se juegue con el término, la equidad puede no ser justa, ni lo inicuo injusto. Hay algo en nuestro sentir, creo que superior a nuestros mismos sentimientos e intereses, imposible de codificar, que nos indica, qué es lo justo en cada caso. Se trata de una virtud con la que se nace, o se aprende en la primera infancia dentro del grupo familiar -vaya uno a saber- que hay que saber conservar.

Habrá excepciones, y son solo eso, pero los individuos honestos, que son lo natural, aceptan la sanción cuando la perciben merecida y justa. Los deshonestos, que son capaces hasta de culpar a otros de sus propias fechorías, y mirar impávidos cómo se les sanciona, son simplemente escasos, raros.

Hasta aquí lo conceptual. Aterrizándolo, no todo acuerdo es justo ni conduce a la paz, eso debe estar claro. Para citar un ejemplo, el tratado que terminó la primera guerra mundial dio origen a la segunda, peor aún, por no serlo. Hay que ser muy cuidadoso con esto, porque “convertir el acuerdo con la Farc en ley, no lo hace justo”. No es justo por muchas razones, entre ellas porque el equilibrio de fuerzas no lo hacía necesario. Pero además porque se cedió demasiado; porque el fin político fue utilizado para justificarlo todo; porque cualquier bandido deja de serlo si se le otorga todo lo que a estos; porque viola el “principio universal de favorabilidad” respecto a los paras, u otros; en fin, porque los colombianos lo sienten injusto, y el ser humano responde con vehemencia a lo que así considera.

Por “enésima vez” la campaña por la presidencia que se avecina, estará influenciada por la actitud que cada candidato asuma respecto a la Farc.

movilyances@gmail.com

 

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