Columna


¿Locura o delincuencia?

HÉCTOR HERNÁNDEZ AYAZO

05 de enero de 2014 12:02 AM

Abrió el año con inquietantes denuncias sobre corrupción en el Distrito de Cartagena. La fiesta taurina es su centro. Alguien, diciéndose parte en la gestión organizadora de la feria taurina, dijo que con dineros oficiales se adquirieron boletos de entrada que se repartieron a personas escogidas por el Distrito, en tanto que otros se atreven a decir en corrillos que no se destinaron dineros oficiales para tal cometido sino que los empresarios debieron entregar boletas sin costo para obtener el permiso para la fiesta taurina y la disponibilidad del escenario distrital.

El denunciante ha sido tildado de “loco” y su dicho ha merecido rotundo mentís. Aquí, en este feliz lugar, no pasó nada, salvo las divagaciones de un demente, pareciera ser la conclusión del episodio. Y así podría ser en un ambiente administrativo sano.

Cuando, en cambio, se vive en un contexto oficial pútrido el pensamiento debe ser otro. A toda denuncia debe dispensársele atención y los organismos encargados de los menesteres disciplinarios y de control están obligados a esculcar con ahínco si con ocasión de la autorización de la fiesta taurina y de la permisión del uso de la plaza distrital se produjeron delitos o irregularidades.

Como simple observador del diario acontecer de Cartagena, que discurre impregnado de corrupción, no me sorprende que en torno al asunto hayan sucedido indelicadezas, así no sean las precisas indicadas por el denunciante y que recoge el diario El Universal.

Sabemos que este tórrido Distrito, tan distante de controles reales de procuradurías, contralorías y fiscalías como del polo norte, es opimo en deshonestidades. Es voz común, que se paga por los contratos, por las autorizaciones, por las omisiones, para que se paguen los créditos y para que no se cobren las deudas.

Cartagena es una comarca feraz en indelicadezas del sector público en todos los órdenes.

¿Se atreverán los servidores públicos de todo rango a jurar ante el pueblo que ni ellos ni sus familiares han recibido de los empresarios siquiera una boleta sin pago para concurrir al espectáculo taurino? ¿Se atreverán a jurar que dejarán sus cargos si se les comprueba el recibo de prebenda alguna, por mínima que sea, de los empresarios taurinos?

Como dije, ante pretérita y similar coyuntura escandalosa, sería gratificante para la sociedad que todos los funcionarios que concurren a la fiesta taurina con sus familiares y amigos nos pudieran demostrar que pagaron sus entradas, como cualquier parroquiano, sin importar que se trate de altas autoridades o de servidores públicos de inferior escala.

Lejos de incurrir en insidioso prejuzgamiento, cuando se padece un andamiaje público torcido, todos debemos reclamar el resplandor de la verdad pura.

h.hernandez@hernandezypereira.com

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