Columna


Los costos de la democracia

MAURICIO CABRERA GALVIS

12 de noviembre de 2017 12:00 AM

Al Partido Liberal le cayeron rayos y centellas por insistir en hacer el próximo 19 de noviembre una consulta popular para elegir entre Juan Fernando Cristo y Humberto de la Calle, a su candidato para la Presidencia. La crítica principal es el alto costo de la consulta que, aún después de reducirla a las cabeceras municipales, puede costar $40.000 millones.

La crítica al costo es mucho más acida por ser para un solo partido. Si el 19 de noviembre se seleccionaran también los candidatos del Centro Democrático, de los verdes y de los conservadores, el costo se minimizaría, pues las consultas serían de interés general.

En algún momento esos partidos pensaron hacer consultas abiertas en la misma fecha, pero la descartaron. El CD, porque no puede aceptar que la voluntad popular prevalezca sobre el caudillo; Fajardo, Claudia y Robledo, porque no se han puesto de acuerdo ni siquiera en cómo escoger, y lo que queda del Partido Conservador porque no tiene candidatos para una consulta.

Es cierto que $40.000 millones es mucha plata para la consulta de un solo partido, pero la culpa no es del liberalismo sino de los otros partidos que renunciaron a ese mecanismo democrático.

Pero más allá del dinero, recordemos por qué es importante la consulta popular. No es un capricho de Cristo y de la Calle, pues para el Partido Liberal es asunto de principios y de respeto por su historia.

En 1988 Luis Carlos Galán puso como condición para que su renovador Nuevo Liberalismo se reintegrara al Partido Liberal que el candidato no lo escogiera un conciliábulo o, peor aún, el ‘dedazo’ del caudillo, sino el voto popular. Un año más tarde lo asesinaron en plena campaña para la primera consulta, pero esta quedó institucionalizada como uno de sus grandes legados a la democracia y a la modernización de los partidos.

En Estados Unidos los partidos escogen su candidato a la Presidencia en un complejo proceso de elecciones primarias de varios meses y cuesta muchísimo más que una consulta popular. También se eligen en primarias los candidatos a alcaldías y gobernaciones, e incluso un presidente que quiera ser reelegido se someterá a elecciones primarias si tiene un contrincante en su propio partido.

El tipo de consulta en este país tiene una gran diferencia con la de otras democracias con partidos más organizados. Aquí es abierta mientras que en otros países hay votaciones cerradas y cada partido tiene su propia consulta solo con los ciudadanos inscritos a ese partido, evitando que militantes de otros partidos voten e influyan en la decisión de su competidor.

Lástima que desde la época de Galán retrocediéramos tanto que hoy se cree que las consultas partidistas son una pérdida de tiempo y dinero, por la debilidad y el desprestigio de los partidos políticos. La solución no puede ser dejar de hacerlas, sino exigir que hagan consulta los partidos con varios aspirantes, y que sean cerradas.

Es más barato una encuesta, pero estos son los costos de la democracia.

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