Sigue siendo en opinión de una amplia mayoría, el mejor presidente que jamás ha tenido este país, y seguramente lo será por el resto de éste siglo. Su capacidad de argumentación, sus convicciones, su carácter y su humildad, todo lo cual puede mezclar y sostener en un fino balance, son inimitables. Y es quizás inconscientemente ese talento supranatural lo que lo llevó a cometer su segundo error: todos los seguidores de la seguridad democrática, votamos por Santos en el 2010 porque el telón de los éxitos de Uribe no nos dejaba ver nada distinto a continuidad.
Seguramente que lo hizo en buena Fe, pero en contra de más de uno de sus cercanos consejeros, incluida su esposa. Quedó claro que cuando Santos se presentó ante el país como “el hombre de la paz” y se puso a bailar con Titina en una improvisada tarima para celebrar su triunfo, que esos dos personajes eran antagónicos en sus convicciones.
Un par de años atrás Uribe había cometido su primer error y fue empecinarse en buscar a toda costa un tercer mandato. Siete de los 8 años lo había hecho mejor que todos los demás del pasado, ¡el país no necesitaba 4 años más de Uribe sino 4 años más de sus programas! El infructuoso proceso le restó energías, le restó inteligencia (la que hubiera podido usar para elegir y entrenar mejor a su sucesor), y le quitó popularidad. El tercer error de Uribe fue haber corrido como lo hizo en cuanto ganó el No en el plebiscito del 2 de octubre, para sentarse con alguien que en los 6 años anteriores no había demostrado ser confiable. Otra vez, su buena fe y nobleza de campesino paisa lo doblegó: un estratega hubiera demandado, junto con los 6,5 millones de votantes por el No, la renuncia de Santos, tal y como el mismo Santos lo había dicho no una sino dos veces, ante las cámaras del mundo entero.
En cambio Uribe y los demás del clan No, pusieron sus argumentos convincentes, ante la contraparte que estaba más preocupada porque “se nos está embolatando el Nobel”. Terminaron embolatando las propuestas y bailándonos el indio porque nadie volvió a hablar de la renuncia necesaria del presidente. Otros errores de forma parecen menos graves pero dejan malos sabores: insistir en referirse a los del “No” en vez de “los del así no”, como quedó reflejado en un asertivo meme y despierta menos rechazo; y luego está lo de las falsa campaña, aunque esto es más como una tomadera de pelo porque ningún político sería capaz de lanzar la primera piedra.
Mirar las cosas desde el espejo retrovisor es más fácil, pero Uribe y sus partidarios van a tener que ser mucho más estrategas y transparentes si quieren aspirar a la presidencia y al control del Congreso en las elecciones del 2018.
*Rotaremos este espacio para mayor variedad de opiniones.
COLUMNA MÓVIL*
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