Columna


Los gritos invisibles

ORLANDO JOSÉ OLIVEROS ACOSTA

28 de agosto de 2013 12:00 AM

No hay una manera más fácil de solucionar un problema que afirmando que no ha habido tal problema. Es así como funciona nuestra lógica de gobierno: entre la indiferencia y la mentira. Nos han montado un sistema tan excluyente y tan artificioso que lo que usualmente llamamos realidad es sólo un triste contexto fundado en las apariencias, una ficción establecida por los medios y su complicidad con la hegemonía política. Únicamente cuando nuestros conflictos llegan a una instancia violenta y a una situación imposible de ocultar es que cobran relevancia frente al Estado.

Desde luego que menciono esto por las declaraciones de Santos al referirse que “el paro nacional agrario no existe”. Al decirlo, el presidente no sólo dejó explícitos los incontables años de desinterés y olvido al que han sido sometidos los campesinos colombianos, sino que puso en marcha el mecanismo de defensa más famoso de nuestra historia nacional: la negación.
Siempre que un sector de la población es víctima de las políticas públicas o muestra su desacuerdo ante ellas la reacción más rápida de quienes nos dirigen ha sido la de minimizar el conflicto, quitándole sus dimensiones nacionales hasta desmentirlo.
De esa manera nos han negado los muertos de la masacre de las bananeras, los desaparecidos en la toma al Palacio de Justicia, los falsos positivos del Ejército y nuestros gritos de protesta. Ahora también nos niegan que el campo esté sumergido en la pobreza, que el TLC haya sido perjudicial para la economía del país y que por este libre comercio se haya degenerado el precario equilibrio que solía tener nuestro mercado. Se tuvo que esperar a que varias vías fueran bloqueadas, que se derramaran litros de leche sobre el asfalto, que el ESMAD golpeara a un sinnúmero de campesinos, y que hubiera policías muertos, para que el gobierno dialogara con los líderes de un paro que momentos antes “no existía”. ¿Por qué llegar a las últimas consecuencias? ¿Es que acaso para llamar la atención en Colombia es inevitable usar la violencia?
Esto me recuerda a las muchas veces que los estudiantes marchamos por una mejor educación pública y se recibió del presidente la misma respuesta: no hay tal marcha, cuál reforma. Entonces fue necesario argumentar nuestro derecho a la educación con la estupenda ironía de no dar clases. Se perdieron millones, pero sólo así nos escucharon.
La verdad es que en nuestra lista de gobiernos incompetentes la insolencia que más se ha repetido ha sido la de confundir lo que no existe con lo que no les importa. Y no sé hasta qué punto puede llamarse confusión una forma de pensar ejercida tan voluntariosamente.

*Estudiante de literatura de la Universidad de Cartagena
@orlandojoseoa
orolaco@hotmail.com

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