Columna


Los males de la reelección

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO

01 de julio de 2013 12:00 AM

JOSÉ GREGORIO HERNÁNDEZ GALINDO

01 de julio de 2013 12:00 AM

Está visto que la consagración de la reelección presidencial para el período inmediato (Acto Legislativo número 2 de 2004) a ciencia y paciencia de la Corte Constitucional ha causado un enorme daño al ordenamiento jurídico colombiano, ha desvertebrado el sistema de frenos y contrapesos y ha distorsionado por completo la función propia de nuestros jefes de Estado.
En efecto, además de impedir la natural renovación en el Gobierno, lo cual implica también la facilidad para que las irregularidades y corruptelas que puedan tener lugar en el interior de la administración permanezcan ocultas por muchos años; aparte de concentrar un inmenso poder en cabeza del Presidente y de convertir al Congreso en simple órgano subalterno y ejecutor de las decisiones gubernamentales, ha dado lugar a que otros altos servidores públicos, como es el caso del Procurador y del Defensor del Pueblo, quieran también ser indefinidamente reelegidos, con la muy posible tendencia a caer en la tentación de aprovechar los instrumentos propios del poder que ejercen y hasta el sentido de sus decisiones para incidir en los procesos de postulación y elección. Es decir, resulta inevitable la politización del ejercicio correspondiente, y ello genera desconfianza en la imparcialidad del funcionario, en especial cuando se trata de órganos de control, pues toda sanción y toda absolución son vistas desde fuera –aunque en realidad no lo sean- como jugadas de ajedrez político.
De otro lado, no es de extrañar, y ya lo hemos visto, que los presidentes, en vez de dedicarse a gobernar y a cumplir las promesas de campaña, se entreguen a la búsqueda desaforada de la reelección y conviertan cada acto y cada decisión suya en un nuevo paso hacia ella. No será exótico que los cuatro años del período inicial los destine el mandatario a preparar el terreno para ser reelecto, y buscará por todos los medios asegurar que todos sus colaboradores y el Congreso se empeñen en el mismo propósito. Al principio, los presidentes no lo reconocerán, pero sus determinaciones los delatarán, de modo que poco a poco se irá haciendo explícito lo que desde el comienzo estaba implícito: que quiere reelegirse, “no por egoísmo sino porque el período es muy corto y el país necesita que se ejecuten a cabalidad los programas de mi gobierno”.
No faltará alguna obra magnífica o algún proceso excepcional, o algún reparto de beneficios a las clases populares, que, si se cristaliza, haga pasar a la historia a ese presidente y, por lo tanto, “lo catapulte”, para decirlo en los términos de nuestros periodistas, hacia un segundo mandato.
En fin, la reelección todo lo distorsiona y todo lo contamina, por eso es urgente una reforma constitucional que la prohíba.

*Abogado

jgh_asist@hotmail.com

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